8 Cuentos de Felipe Jacinto Sala 

EL MAR

- Mar, ¿qué hiciste de tu calma
y tu suave agitación?

- Tanto me azotan los vientos,
que he sentido exaltación.

- Pues los fuertes no debieran
perder nunca la razón.

Moraleja: Cuanto más poderoso, más clemente.

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EL VIENTO Y LA MAR

El viento, con furor, la mar batía
celoso de su calma; ella le dijo:
- En vano te embraveces,
pues tus iras me levantan -.

Moraleja: Las acciones que son producto de la envidia, más que degradar alientan; más que despreciar dan gloria y fuerza al que las recibe.

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EL CLAVO Y EL MARTILLO

Mal hayan amén tus golpes;
-decía el clavo al martillo-
¿qué daño pude yo hacerte
que me aniquilas impío?
Y el martillo contestaba:
No te destruyo; te afirmo.
Quien mayor virtud pretende,
necesita ser sufrido.

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EL COHETE

Debido a su propio ardor,
el cohete volador,
levantándose del suelo,
se coronó de esplendor
casi a las puertas del cielo.

Bienhaya el noble mortal
que cual cohete esplendente,
a su esfuerzo solamente
debe el laurel inmortal
que ciñe el genio a su frente.

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LA NUBE

Densa y oscura vaga la nube mientras el agua vive en su seno;
cuando la vierte sobre la tierra la negra nube va esclareciendo.

Brumosa y triste se siente el alma mientras la oprimen secretos duelos;
si al fiel amigo los comunica, se alivia el peso de su tormento.

Moraleja: Si estás triste o inquieto, cuéntaselo a alguien, pues aunque no lo creas, el simple hecho de comunicarte te empieza a aliviar.

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LA ESPIGA

Pidiendo a la aurora perlas,
con vivas ansias,
la espiga hacia el firmamento
su frente alzaba.
Hinchó el rocío su seno,
se vio granada,
y, de entonces, a la tierra
se dobla esclava,
y ya no mira a los cielos;
ved si es ingrata.

Moraleja:
¡Cómo semeja a la espiga
la raza humana!
¡Qué rezos pidiendo al cielo
dichas ansiadas!
¡Qué terrenales olvidos
cuando se alcanzan!

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EL FUEGO

¿Y no os parece que el fuego
tiene caprichos que espantan?
Pone la piedra caliza,
como la nieve tan blanca;
después coge el pobre leño,
y en negro carbón lo cambia.

¿Será fuego la fortuna?
También ella, injusta y varia,
viste a los unos de negro,
los otros color de plata.

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LOS SALVAJES Y EL NILO

En la margen del Nilo,
unos fieros salvajes del desierto
insultaban, con bárbaros clamores,
al astro que ilumina el universo.
¡Impotente furor! Mientras, insensatos,
le lanzaban apóstrofes tremendos,
el sol, imperturbable en su carrera,
inundaba de luz a los blasfemos.
Entonces dijo el Nilo: -Vuestro ultraje
halló el castigo en el desdén supremo;
jamás la negra injuria
manchó grandezas, ni escaló los cielos.

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