293 Cuentos de Esopo  

EL VIEJO PERRO CAZADOR

Un viejo perro cazador, que en sus días de juventud y fortaleza jamás se rindió ante ninguna bestia de la foresta, encontró en sus ancianos días a un jabalí en una cacería. Y lo agarró por la oreja, pero no pudo retenerlo por la debilidad de sus dientes, de modo que el jabalí escapó.
Su amo, llegando rápidamente, se mostró muy disgustado, y groseramente reprendió al perro.
El perro lo miró lastimosamente y le dijo:
- Mi amo, mi espíritu está tan bueno como siempre, pero no puedo sobreponerme a mis flaquezas del cuerpo. Yo prefiero que me alabes por lo que he sido, y no que me maltrates por lo que ahora soy.

Moraleja: Respeta siempre a tus ancianos, que aunque ya no puedan hacer de todo, dieron lo mejor de su vida para tu beneficio.

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EL MÉDICO IGNORANTE

Un médico ignorante trataba a un enfermo; los demás médicos habían asegurado que, aunque no estaba en peligro, su mal sería de larga duración; únicamente el médico ignorante le dijo que tomara todas sus disposiciones porque no pasaría del día siguiente.

Al cabo de algún tiempo, el enfermo se levantó y salió, pálido y caminando con dificultad. Nuestro médico le encontró y le dijo:
-¿Cómo están, amigos, los habitantes del infiemo?
- Tranquilos - contestó -, porque han bebido el agua del Lecteo. Pero últimamente Hades y la Muerte proferían terribles amenazas contra los médicos porque no dejan morir a los enfermos, y a todos los apuntaban en su libro. Iban a apuntarte a tí también, pero yo me arrojé a sus pies jurándoles que no eras un verdadero médico y diciendo que te habían acusado sin motivo.

Moraleja: Ten cuidado con los que pretenden arreglar tus problemas sin tener preparación para ello.

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DIÓGENES DE VIAJE

Yendo de viaje, Diógenes el cínico llegó a la orilla de un río torrencial y se detuvo perplejo. Un hombre acostumbrado a hacer pasar a la gente el río, viéndole indeciso, se acerco a Diógenes, lo subió sobre sus hombros y lo pasó complaciente a la otra orilla.

Quedó allí Diógenes, reprochándose su pobreza que le impedía pagar a su bienhechor. Y estando pensando en ello advirtió que el hombre, viendo a otro viajero que tampoco podía pasar el río, fue a buscarlo y lo transportó igualmente. Entonces Diógenes se acercó al hombre y le dijo:
- No tengo que agradecerte ya tu servicio, pues veo que no lo haces por razonamiento, sino por manía.

Moraleja: Cuando servimos por igual a personas de buen agradecimiento, así como a personas desagradecidas, sin duda que nos calificarán, no como buena gente, sino como ingenuos o tontos. Pero no debemos desanimarnos por ello, tarde o temprano, el bien paga siempre con creces.

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HÉRCULES Y ATENEA

Avanzaba Hércules a lo largo de un estrecho camino.
Vio por tierra un objeto parecido a una manzana e intentó aplastarlo. El objeto duplicó su volumen. Al ver esto, Hércules lo pisó con más violencia todavía, golpeándole además con su maza. Pero el objeto siguió creciendo, cerrando con su gran volumen el camino. El héroe lanzó entonces su maza, y quedó plantado presa del mayor asombro.
En esto se le apareció Atenea y de dijo:
- Escucha, hermano; este objeto es el espíritu de la disputa y de la discordia; si se le deja tranquilo, permanece como estaba al principio; pero si se le toca, ¡mira cómo crece!

Moraleja: La disputa y la discordia son causa de grandes males a la humanidad. Nunca las estimules.

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HERMES Y EL LEÑADOR

Un leñador que a la orilla de un río cortaba leña, perdió su hacha. Sin saber que hacer, se sentó llorando a la orilla.
Compadecido Hermes de su tristeza, se arrojó al río y volvió con un hacha de oro, preguntando si era esa la que había perdido. Le contestó el leñador que no, y volvió Hermes a sumergirse, regresando con una de plata. El leñador otra vez dijo que no era suya, por lo que Hermes se sumergió de nuevo, volviendo con el hacha perdida. Entonces el hombre le dijo que sí era esa la de él.
Hermes, seducido por su honradez, le dio las tres hachas.

Al volver con sus compañeros, contóles el leñador su aventura. Una de ellos se propuso conseguir otro tanto. Dirigióse a la orilla del río y lanzó su hacha en la corriente, sentándose luego a llorar.
Entonces Hermes se le apareció también y, sabiendo el motivo de su llanto, se arrojó al río y le presentó igualmente un hacha de oro, preguntándole si era la que había perdido. El bribón, muy contento exclamo:
- ¡Sí, ésa es!
Pero el dios horrorizado por su desvergúenza, no sólo se quedó con el hacha de oro, sino que tampoco le devolvió la suya.

Moraleja: La divinidad no sólo ayuda a quien es honrado, sino que castiga a los deshonestos.

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ZEUS Y LA ZORRA

Admirado Zeus de la inteligencia y finura de la zorra, le confirió el reinado sobre los animales. Quiso, no obstante, saber si al cambiar de fortuna había mudado también de inclinaciones, y, hallándose el nuevo rey de paseo en su litera, dejó Zeus caer un escarabajo ante sus ojos.

Entonces la zorra, incapaz de contenerse, viendo al escarabajo revolotear alrededor de su litera, saltó fuera de ésta y, despreciando las conveniencias, intentó atrapar al escarabajo.

Indignado Zeus de su conducta, volvió a la zorra a su antiguo estado.

Moraleja: La naturaleza, o modo de ser de las personas, no se cambian al cambiar de título.

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ZEUS Y LOS HOMBRES

Zeus, después de modelar a los hombres, encargó a Hermes que les distribuyera la inteligencia. Hermes partió la inteligencia en partes iguales para todos y vertió a cada uno la suya.

Sucedió con esto que los hombres de poca estatura, llenos por su porción, fueron hombres sesudos, mientras que a los hombres de gran talla, debido a que la porción no llegaba a todas las partes de su cuerpo, les correspondió menos inteligencia que a los otros.

Moraleja: No es la apariencia de grandeza lo que confiere grandeza, es lo que está por dentro y no se aparenta, lo que nos hace ser lo que realmente somos.

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EL DEUDOR ATENIENSE

Un ateniense endeudado, apremiado por su acreedor para que le pagara su deuda, le pidió a éste que le concediera un corto plazo con el pretexto de que se hallaba en apuro; mas no logrando convencerle, trajo la única marrana que poseía, disponiéndose a venderla en presencia de su acreedor.
Llegó un comprador preguntando si la marrana era fecunda.
- Tan fecunda es - respondió el deudor- que hasta es extraordinaria: en los Misterios pare hembras y en las Anateneas pare machos.

Asombrado el comprador por lo que oyó, el deudor le exclamó:
- ¡No te asombres tanto aún, porque esta marrana, además, te dará cabritos en las Dionisíacas!

Moraleja: La desesperación es causa de grandes mentiras.

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EL PÍCARO

Un pícaro se comprometió a demostrar que el oráculo de Delfos mentía.
Llegó el día señalado y el pícaro tomó un pajarito y, escondiéndolo bajo de su manto, se dirigió al templo.
Encarándose ante el oráculo preguntó si lo que tenía en la mano era un ser vivo o era inanimado. Si el dios decía «inanimado», el hombre mostraría al pajarito vivo; si decía «vivo», lo enseñaría muerto, después de haberlo ahorcado.

Pero el dios, viendo de lo que se trataba con esa malvada intención, respondió:
- Deja tu engaño, pícaro, pues bien sabes que de tí depende que lo que tienes en la mano se muestre muerto o vivo.

Moraleja: El poder divino no es para llevarle al engaño.

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EL LABRADOR Y LA CIGÜEÑA

Un Labrador colocó trampas en su terreno recién sembrado y capturó un número de grullas que venían a comerse las semillas. Pero entre ellas se encontraba una cigüeña, la cual se había fracturado una pata en la trampa y que insistentemente le rogaba al labrador le conservara la vida:

- Te ruego me liberes, amo – decía, - sólo por esta vez. Mi quebradura exaltará tu piedad, y además, yo no soy grulla, soy una cigüeña, un ave de excelente carácter, y soy muy buena hija. Mira también mis plumas, que no son son como las de esas grullas.

El labrador riéndose dijo:

- Será todo como lo dices, pero yo sólo sé esto:
Te capturé junto con estas ladronas, las grullas, y por lo tanto te corresponde morir junto con ellas.

Moraleja: Quien se asocia con el malvado, con él perece.

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