2 Cuentos de Cuento tradicional de la India
LA FUENTE DEL GRANJERO Y EL INGENIOSO BIRBAL
Una vez hubo un hombre que vendió su fuente a un granjero. Al día siguiente, cuando el granjero fue a sacar agua de la fuente, el hombre le dijo al granjero que no podía, porque según él, le había vendido la fuente, pero no el agua que corría por ella.
El granjero, muy triste, fue a visitar al Emperador, para ver si podía resolver su problema.
El emperador llamó a su vez a Birbal, su consejero de confianza. Le expusieron el caso y pensaron una solución. Entonces hicieron llamar al hombre que vendió su fuente.
Birbal le preguntó: "¿Por qué no dejas sacar el agua de la fuente al granjero?."
Y este le contestó: "Porque le vendí la fuente, más no el agua. No tiene derecho sobre ella".
"Ah, ya entiendo" - replicó Birbal -. "Entonces si el agua es tuya y la fuente es suya, no tienes derecho a mantenerla en su propiedad, así que o sacas el agua de la fuente de inmediato, o le pagas un alquiler al granjero".
El hombre entendió que su truco no había funcionado, así que dejó que el granjero utilizase la fuente sin problemas.
Moraleja: No intentes engañar, acabarás pagando por ello tarde o temprano.
LAS TRES PREGUNTAS
El rey Akbar tenía como primer ministro de su corte al ingenioso Birbal, el cual le caía muy bien pero a su vez le gustaba ponerle a prueba. En estas que un envidioso rival que también quería ser primer ministro le dijo al rey que Birbal no era muy inteligente, y para demostrarlo le dijo que no era capaz de responder a tres simples preguntas. El rey, deseoso de ver cómo reaccionaba Birbal ante el reto, dejó que se las plantease.
Las preguntas eran las siguientes: "¿Cuántas estrellas hay en el cielo?", "¿dónde está el centro de la Tierra?" y "¿cuántos hombres y mujeres hay en el planeta?".
Birbal aceptó el reto, como era de suponer.
Para contestar a la primera de las preguntas, hizo traer una oveja y dijo que había tantas estrellas en el cielo como pelos tenía esa oveja. Y desafió a su contrincante a contarlos si era capaz. Para responder a la segunda, dibujó dos líneas en el suelo y en el punto en el que se cruzaron dibujó una cruz, clavó un palo en ella y dijo: "Ahí está el centro de la Tierra". De nuevo, desafió a su contrincante a demostrar que no estaba en lo cierto. Por último, dijo que para contar a todos los seres humanos del planeta primero habría que eliminar a aquellos especímenes que no estaba claro si eran humanos o no, como por ejemplo su contrincante. Sólo entonces sería posible empezar a contar y llegar a una conclusión.
Moraleja: Siempre hay una forma de resolver un problema.
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