John Milton
LA PAZ TIENE SUS VICTORIAS NO...
La paz tiene sus victorias, no menos renombradas que las de la guerra.
EL ROSTRO VI DE MI DIFUNTA ESPOSA
El rostro vi de mi difunta esposa,
devuelta, como Alceste, de la muerte,
con que Hércules acrecentó mi suerte,
lívida y rescatada de la fosa.
Mía, incólume, limpia, esplendorosa,
pura y salvada por la ley tan fuerte,
y contemplo su hermoso cuerpo inerte
como el que está en el cielo en que reposa.
De blanco a mí llegó toda vestida,
cubierto el rostro, y alcanzó a mostrarme
que en amor y en bondad resplandecía.
¡Cuánto brillo, reflejo de su vida!
Pero ¡ay! que se inclinó para abrazarme
y desperté y vi en noche vuelto el día.
SU SENTENCIA SIN EMBARGO LE TENÍA...
Su sentencia, sin embargo, le tenía reservado mayor despecho, porque el doble pensamiento de la felicidad perdida y de un dolor perpetuo le atormentaba sin tregua.
EL PARAÍSO PERDIDO (Fragmento 4)
Súpose al punto en el cielo el acto de odio y desesperación
Consumado por Satán en el Paraíso, y cómo,
Disfrazado de serpiente había seducido a Eva,
Y ésta a su marido, para comer el funesto fruto,
Pues, ¿qué cosa puede ocultarse a la vigilancia
De Dios que lo ve todo, ni engañar su previsión
Que a todo alcanza? Sabio y justo el Señor
En cuanto dispone, no había impedido a Satán
Que tentase el ánimo del Hombre, a quien dotó
De suficiente fuerza y entera libertad para descubrir
Y rechazar las astucias de un enemigo o de un falso amigo.
Que bien conocían nuestros primeros padres,
Y no debieron olvidar jamás la suprema prohibición
De no tocar a aquel fruto, por más que a ello los incitaran,
Pues por desobedecer este mandato,
Incurrieron en tal pena (¿qué menor podían esperarla?)
Y su crimen, por suponer otros varios,
Bien merecía tan triste suerte.
Silenciosos y compadecidos del Hombre,
Se apresuraron a ascender desde el Paraíso
Al Cielo los ángeles custodios.
De aquel suceso colegían lo desventurado que iba a ser,
Y se maravillaban de la sutileza de un enemigo
Que así les había ocultado sus furtivos pasos.
Luego que tan funestas nuevas llegaron a las puertas
Del cielo desde la tierra, contristaron a cuantos las oyeron.
Pintóse esta vez en los semblantes celestiales
Cierta sombría tristeza, que mezclada con un sentimiento
De piedad, no bastaba, sin embargo,
A turbar su bienaventuranza. Rodearon los eternos moradores
A los recién llegados en innumerable multitud,
Para oír y saber todo lo acaecido; y ellos se dirigieron
Al punto hacia el supremo trono, como responsables
Del hecho, a fin de alegar justos descargos
En favor de su extremadavigilancia,
Que fácilmente podían probar; cuando el Omnipotente
Y eterno Padre, desde lo interior de su misteriosa nube,
Y entre truenos hizo así resonar su voz:
"Ángeles aquí reunidos, y vosotros Potestades
Que volvéis de vuestra infructuosa misión,
No os aflijáis ni turbéis por esas novedades de la tierra,
Que aún con el más sincero celo, no habéis podido precaver
Ya os predije no ha mucho tiempo lo que acaba de suceder;
Cuando por primera vez, salido del infierno,
El Tentador atravesó el abismo.
Entonces os anuncié que prevalecerían sus intentos;
Que en breve realizaría su odiosa empresa;
Que el Hombre sería seducido y se perdería,
Dando oídos a la lisonja y crédito a la impostura
Contra su Hacedor. Ninguno de mis decretos ha concurrido
A la necesidad de su caída; no he comunicado
El más leve impulso al albedrío de su voluntad,
Que siempre he dejado libre y puesta en el fiel de su balanza.
Pero al fin ha caído. ¿Qué resta hacer más que dictar la
Mortal sentencia que su transgresión merece,
La muerte a que queda sujeto desde este día?
Presume que la amenaza será vana e ilusoria, porque no ha
Sentido ya el golpe inmediatamente como temía;
Pero en breve verá que el aplazamiento no es perdón,
Lo cual experimentará hoy mismo.
No ha de quedar burlada mi justicia
Como lo ha quedado mi bondad.
Pero, ¿a quién enviaré por juez?
¿A quién sino a ti, Hijo mío,
Que en mi lugar riges el universo,
A ti que ejerces, transmitido por mí,
Todo juicio en los cielos, en la tierra y en los infiernos?
Con esto se persuadirán de que procuro conciliar
La misericordia con la justicia al enviarte a ti,
Amigo del Hombre, mediador suyo,
Designado para servirle de rescate
Y ser voluntariamente su Redentor,
Como estás destinado a convertirte en hombre
Y a ser juez de su humillación."
EL PARAÍSO PARDIDO (Fragmento)
La potestad suprema le arrojó de cabeza, envuelto en llamas,
Desde la bóveda etérea, repugnante y ardiendo,
Cayó en el abismo sin fondo de la perdición,
Para permanecer allí cargado de cadenas de diamante,
En el fuego que castiga; él, que había osado desafiar
Las armas del Todopoderoso, permaneció tendido
Y revolcándose en el abismo ardiente, junto con su banda infernal,
Nueve veces el espacio de tiempo que miden el día y la noche
Entre los mortales, conservando, no obstante, su inmortalidad.
Su sentencia, sin embargo, le tenía reservado mayor despecho,
Porque el doble pensamiento de la felicidad perdida y de un dolor perpetuo
Le atormentaba sin tregua.
Pasea en torno suyo sus ojos funestos, en que se pintan la consternación
Y un inmenso dolor, junto a su arraigado orgullo y a su odio inquebrantable.
De una sola ojeada y atravesando con su mirada un espacio tan lejano
Como es dado a la penetración de los ángeles, vio aquel lugar triste,
Devastado y sombrío; aquel antro horrible y cercado que ardía
Por todos lados como un gran horno.
Aquellas llamas no despedían luz alguna; pero las tinieblas visibles
Servían tan solo para descubrir cuadros de horror,
Regiones de pesares, oscuridad dolorosa, en donde la paz y el reposo
No pueden habitar jamás, en donde ni siquiera penetra la esperanza.
AL SR. CYRIACK SKINNER, SOBRE SU CEGUERA
Tres años ya mis ojos, que se abrieron
a ese mundo exterior sin mancha alguna,
privados de la luz y la fortuna,
se olvidaron de ver lo que antes vieron.
Ya sol, luna y estrellas se perdieron,
hombre y mujer. Disputa inoportuna:
contra el poder del cielo no hay ninguna
razón, sino bogar donde otros fueron.
¿Y preguntas aun qué me sostiene?
La conciencia de haberlos empleado
en libertad, que es noble causa mía,
de lo que toda Europa hablando viene.
Esto del mundo vano me ha salvado:
ser ciego mas feliz. No hay mejor guía.
CUANDO PIENSO CÓMO MI LUZ SE AGOTA
Cuando pienso cómo mi luz se agota
Tan pronto en este oscuro y ancho mundo
Y ese talento que es la muerte esconder
Alojado en mí, inútil; aunque mi alma se ha inclinado
Para servir así a mi Creador, y presentarle
Mis culpas y ganar su aprecio
¿Qué trabajo el mandaría ya que me negó la luz?
Pregunto afectuosamente. Pero la paciencia, para prevenir
Ese murmullo, pronto responde: “Dios no necesita
Ni la obra del hombre ni sus dones: quienes mejor
Soporten su leve yugo mejor le sirven. Su mandato
Es noble; miles se apresuran a su llamada
Y recorren tierra y mar sin descanso.
Pero también le sirven quienes solo están de pie y esperan.
A LA MASACRE DE LOS WALDENSES EN EL PIAMONTE
Venga, Señor, los muertos que en despojos
yacen dispersos en el frío alpino,
pues fieles a un mandato tan divino
heredaron del padre los hinojos.
No olvides que sus vidas, hoy abrojos,
antes fueron rebaño peregrino;
piamontesa crueldad les dio destino,
madres e hijos en gemidos rojos.
Los valles entre riscos permanezcan
alzándose hasta el cielo. El sacrificio
sobre el ítalo suelo en que halla abrigo
triple tirano, y de ellos miles crezcan
que haciendo de su sangre beneficio,
expulsen al idólatra enemigo.
IMPROVISACIÓN SOBRE UNA GAVILLA
No habéis visto en una chimenea
una gavilla húmeda y que verdea
con qué timidez recibe el fuego
y llora y suda por los dos extremos.
Es lo que ocurre con tierna doncella
cuando la montan por vez primera
pero como seca madera, la dama con experiencia
en la llama crepita y se recrea.
SI LA FE Y EL AMOR QUE NO OS DEJARON
Si la fe y el amor que no os dejaron
dieron el alma a la región alada,
quedó la humilde carga en la morada
de la muerte, que es vida y que os quitaron.
Las obras pías que de vos quedaron
no habéis dejado atrás en tierra helada,
van en la fe, que en plenitud dorada
en pos de un nuevo gozo se entregaron.
El amor las guió, a la fe siguieron
ornando de purpúreos desvaríos
y alas de azur que al alto cielo fueron;
y en la gloria de sus cantares píos,
al juez supremo su pasión rindieron
bebiendo puros e inmortales ríos.
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