Horacio Quiroga 

CULPAR A LOS OTROS

Culpar a los otros
es patrimonio específico
de los corazones inferiores.

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NOCHE DE AMOR

Noche de amor. Bajo la sombra cómplice:
La ingenua tentación. En la arboleda
El motivo de vida va pecando
Como un ensueño de precoz histeria,
Hay quemantes sudores en las pieles:
Sorda germinación en las arterias;
Protestas en las curvas no labradas
Y en tu pupila audaz, francas ofertas.
La idealidad se tiñe de rubores
Como un pálido lirio, de vergüenzas:
En los lechos abiertos y manchados
Se tiende la pasión. La noche arquea
Su gran complicidad sobre la falta;
El lirio de tu sexo se doblega,
Y señala tu carne temblorosa
El índice fatal de mis torpezas.
¡Oh la sed de mis labios, cuyos besos
Recargan la intención que nos rodea!
¡Oh el carmín de tus labios, cuyo orgullo
Palidece al fulgor de tus caderas!
Dame tu cuerpo. Mi perdón de macho
Velará la extinción de tu pureza,
Como un fauno potente y pensativo
Sobre el derrumbe de una estatua griega.

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EL SENTIMIENTO DEL DEBER

El sentimiento del deber
es capaz de contener por
tres horas
el mar de demencia que lo está
ahogando.

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EL JUGLAR TRISTE

La campana toca a muerto
en las largas avenidas
y las largas avenidas
despiertan cosas de muertos.

De los manzanos del huerto
penden nucas de suicidas,
y hay sangre de las heridas
de un perro que huye del huerto.

En el pabellón desierto
están las violas dormidas;
¡las violas están dormidas
en el pabellón desierto!

Y las violas doloridas
en el pabellón desierto,
donde canta el desacierto
sus victorias más cumplidas,
abren mis viejas heridas,
como campanas de muerto,
las viejas violas dormidas
en el pabellón desierto.

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LAS PANTALLAS DE FÁTIMA

Niebla y paisaje. Vago hemisferio
que marca un lírico planisferio;
noche de noches y de zafires
sobre la ruta de los fakires;

luna que azula la lontananza
con las turquesas de su romanza;
cielo que empluma los desahelos
con la quimera de tardos vuelos:

en el desierto de locas glorias
donde se angostan las trayectorias.
Tienden las brumas en los mirajes
Su desabrido guipur de encajes.

Luz indecisa de un asteroide
Sobre la negra mancha elipsoide
Y hay un Mar Muerto tras la neblina,
Como una gota de tinta china.

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LA SIESTA, COMO UN NIÑO REPLETO

La siesta, como un niño repleto,
dormitaba en la mística glorieta,
y una dulzura de vejez discreta
venía como un niño desde el seto.

La nervosina mano de un esteta
grabó en la piedra, con tesón completo
un paladín heroico; y en el peto
puso una llaga, como flor inquieta.

Tus ojos me miraban entreabiertos.
Y en tus ojos miraba yo los muertos
paladines heroicos por tus manos.

Mi mirada angustiosa te buscaba,
y detrás tuyo el paladín miraba
tristemente a mis ojos, como a hermanos.

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TU AGONÍA

La tarde se moría y en el viento
la seda de tu voz era un piano,
y la condescendencia de tu mano
era apenas un suave desaliento.

Y tus dedos ungían un cristiano
perdón, en un sutil afilamiento;
la brisa suspiró, como en el cuento
de una melancolía de verano.

Con tu voz, en la verja de la quinta,
calló tu palidez de fior sucinta.
La tarde, ya muriendo, defluía

en tu sien un suavísimo violeta,
y sobre el lago de tersura quieta
los cisnes preludiaron tu agonía.

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COMBATE NAVAL

Flamean en el aire los gallardetes
sobre el viente vacío de inflados foques
y aúna el centelleo de sus estoques
la vanguardia marina de los cadetes.

Repercute en el pomo de los floretes
la arterial valentía con claros choques,
y en el salón distante suenan los toques
de un hipnótico dúo de clarinetes.

Y comienzan de pronto las desazones:
Más alto que el reflejo de los cañones
se extienden en la bruma los catalejos;

y más alto que el humo del carbón de hulla
alza el clarín su grito, y el bronce aúlla
a la mancha de sangre que ve de lejos.

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TU GARGANTA

El verano perdió su fuego externo;
y a la Iuz de la tarde postrimera
sonreía a tu enagua en la ribera
la displicente gracia del invierno.

Iba a velar contigo la primera
noche violeta de un país moderno,
el mar sonaba bajo el viento eterno,
la amplitud de su sorda carraspera.

Y como el mar en sus pueriles glosas
prolongara el mutismo de las cosas,
llenó el silencio, coma voz que encanta,

en el suave crepúsculo salino,
bajo tu copa de color marino,
el sonoro giu-giu de tu garganta.

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EL MARTES, 24 DE NOVIEMBRE

El Martes, 24 de Noviembre,
bailamos la romántica gavota.
Las señoras brindaban sobre el hombro
sonrisas, fin el raso de las colas
temblaban los reflejos del vestido;
las sedas repetían sus estrofas
en la cadencia de tan muda orquesta;
tus ojos se perdían en la forma
de los verdes jarrones japonistas
y en la nieve de sangre de tu boca
se abrasaba el país de un abanico.
Desmayaba la niebla de tus blondas
en la infinita languidez del paso.
Tras la arcada gemente de las violas
oímos de una voz el dulce acento
la noche de Noviembre, venturosa,
Inspiraba al pierrot dulces romanzas,
acariciando con su frente angosta
la satinada piel de su guante crema.

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