14 Poemas de Jorge Manrique 

TAPIA

Ausencia puede mudar
amor en otro querer,
mas no que tenga poder
para hazer olvidar.

Porque siendo yo cativo
d'una dama que no veo,
tengo tan nuevo el desseo
que no sé cómo me bivo.
Y por esto de pensar
que ausencia mude querer,
mas no que tenga poder
para poder olvidar.

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POR QUÉ ESTANDO ÉL DURMIENDO LO BESÓ SU AMIGA

Vos cometistes traición,
pues me heristes, durmiendo,
de una herida que entiendo
que será mayor pasión
el deseo de otra tal
herida como me distes,
que no la llaga ni mal
ni daño que me hecistes.

Perdono la muerte mía;
mas con tales condiciones,
que de tales traiciones
cometáis mil cada día;
pero todas contra mí,
porque, de aquesta manera,
no me place que otro muera
pues que yo lo merecí.

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ESTANDO TRISTE, SEGURO...

Estando, triste, seguro,
mi voluntad reposava,
quando escalaron el muro
do mi libertad estava.
A escala vista subieron
vuestra beldad y mesura,
y tan de rezio hirieron
que vencieron mi cordura.

Luego todos mis sentidos
huyeron a lo más fuerte,
mas ivan ya malheridos
con sendas llagas de muerte.
Y mi libertad quedó
en vuestro poder cativa,
mas gran plazer ove yo
desque supe qu'era biva.

Mis ojos fueron traidores:
ellos fueron consintientes,
ellos fueron causadores
qu'entrassen aquestas gentes
qu'el atalaya tenían
y nunca dixeron nada
de la batalla que vían,
ni hizieron ahumada.

Después que ovieron entrado
aquestos escaladores,
abrieron el mi costado
y entraron vuestros amores,
y mi firmeza tomaron,
y mi coraçón prendieron
y mis sentidos robaron,
y a mí solo no quisieron.

Qué gran aleve hizieron
mis ojos y qué traición:
¡por una vista que os vieron,
venderos mi coraçón!

Pues traición tan conoscida
ya les plazía hazer,
vendieran mi triste vida
y oviera dello plazer.

Mas el mal que cometieron
no tienen escusación:
¡por una vista que os vieron
venderos mi corazón!

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ESTANDO AUSENTE DE SU AMIGA A UN MENSAJERO QUE ALLÁ ENVIABA

I

Ve, discreto mensajero,
delante aquella figura
valerosa
por quien peno, por quien muero,
flor de toda hermosura
tan preciosa,
y mira cuando llegares
a su esmerada presencia
que resplandece,
doquiera que la hallares
tú le hagas reverencia
cual merece.


II

Llegarás con tal concierto,
los ojos en el sentido
resguardando,
no te mate quien ha muerto
un corazón y vencido
bien amando;
y después de saludada
su valer, con afición
tras quien sigo,
de mi triste enamorada

le harás la relación
que te digo.


III

Dirasle que soy tornado
con más penas que llevé
cuando partí,
todo siempre acompañado
de aquella marcada fe
que le di.
Aquel vivo sentimiento
me ha traído sin dudanza
asegurado
al puerto de salvamiento,
do está la clara holganza
de mi grado.


IV

Dirasle cómo he venido
hecho mártir, padeciendo
los deseos
de su gesto tan cumplido,
mis cuidados combatiendo
sus arreos;
no te olvides de contar
las afligidas pasiones
que sostengo
sobre estas ondas de mar,
do espero los galardones
tras quien vengo.



V

Recuerde bien tu memoria
de los trabajados días
que he sufrido,
por más merecer la gloria
de las altas alegrías
de Cupido;
y plañendo y suspirando
por mover a compasión
su crudeza,
le di que ando esperando
bordado mi corazón
de firmeza.


VI

Que no quiera ni consienta
la perdición que será
enemiga
de mi vida, su sirvienta,
en quien siempre hallará
buena amiga;
mas que tenga por mejor
-pues con razón me querello-
de guiarme,
y si place al Dios de amor,
a ella no pese de ello
por salvarme.



VII

Y dirás la pena fuerte
que de tu parte me guarda
fatigando,
y cuán cierta me es la muerte
si mi remedio se tarda
de su bando;
dirasle mi mar amargo,
mi congojoso dolor
y mi pesar,
y sepa que es grande cargo
al que puede y es deudor.
no pagar.


VIII

Dile que vivo sin ella,
como las almas serenas,
muy penado
de pena mayor que aquella,
de sus grillos y cadenas
aferrado;
y si no quiere valerme,
pues yo no sé remediarme
en tal modo,
para nunca socorrerme,
muy mejor será matarme
ya del todo.



IX

Si vieres que te responde
con amenazas de guerra,
según sé,
dile que te diga dónde
su mandato me destierra,
que allá iré;
y si por suerte o ventura
te mostrare que es contenta,
cual no creo,
suplica a su hermosura
que a su servicio consienta
mi deseo.


X

FIN

Remediador de mis quejas,
no te tardes, ven temprano,
contemplando
el peligro en que me dejas,
con la candela en la mano
ya penando;
y pues sabes cómo espero
tu vuelta para guarirme
o condenarme,
que no tardes te requiero
de traer el mando firme
de gozarme.

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