293 Cuentos de Esopo
LA MUJER Y EL MARIDO BORRACHO
Tenía una mujer un marido borracho. Para librarle de este vicio imaginó la siguiente treta.
Esperando el momento en que su marido se quedaba insensible como un muerto a causa de la embriaguez, cargó con él sobre sus espaldas, lo llevó al cementerio y allí lo dejó. Cuando juzgó que ya se le había pasado la mona, volvió y llamó a la puerta del cementerio.
- ¿Quién llama ahí? - dijo el borracho -.
- Soy yo, que traigo la comida a los muertos - contestó la mujer -.
- No me traigas comida; prefiero que me traigas de beber - replicó el borracho -.
Y la mujer, golpeándose el pecho, exclamó:
- ¡Qué desdichada soy! Ni siquiera mi treta ha hecho sobre ti el menor efecto, marido mío, pues no sólo no te has corregido, sino que te has agravado, convirtiéndose tu vicio en una segunda naturaleza.
Moraleja: No dejes que una conducta equivocada domine tu vida. Pon tu razón sobre la equivocación.
EL ADIVINO
Instalado en la plaza pública, un adivino se entregaba a su oficio. De repente se le acercó un quídam, anunciándole que las puertas de su casa estaban abiertas y que habían robado todo lo que había en su interior.
Se levantó de un salto y corrió, desencajado y suspirando, para ver lo que había sucedido. Uno de los que allí se encontraban, viéndole correr, le dijo:
- Oye, amigo: tú que te picas de prever lo que ocurrirá a los otros, ¿por qué no has previsto lo que te sucedería a ti?
Moraleja: Siempre hay personas que pretenden dirigir lo que no les corresponde, pero no pueden manejar sus propios asuntos.
EL LABRADOR Y LA SERPIENTE
Una serpiente se acercó arrastrándose a donde estaba el hijo de un labrador, y lo mató.
Sintió el labrador un dolor terrible y, cogiendo un hacha, se puso al acecho junto al nido de la serpiente, dispuesto a matarla tan pronto como saliera.
Asomó la serpiente la cabeza y el labrador abatió su hacha, pero falló el golpe, partiendo en dos a la vecina piedra.
Temiendo después la venganza de la serpiente, dispúsose a reconciliarse con ella; más ésta repuso:
- Ni yo puedo alimentar hacia ti buenos sentimientos viendo el hachazo de la piedra, ni tú hacia mí contemplando la tumba de tu hijo.
Moraleja: No es tarea fácil deshacer grandes odios.
ZEUS, LOS ANIMALES Y LOS HOMBRES
Dicen que Zeus modeló a los animales primero y que les concedió la fuerza a uno, a otro la rapidez, al de más allá las alas; pero al hombre lo dejó desnudo y éste dijo:
- ¡Sólo a mí me has dejado sin ningún favor!
- No te das cuenta del presente que te he hecho - repuso Zeus-, y es el más importante, pues has recibido la razón, poderosa entre los dioses y los hombres, más poderosa que los animales más poderosos, más veloz que las aves más veloces.
Entonces el hombre, reconociendo el presente recibido de Zeus se alejó adorando y dando gracias al dios.
Moraleja: Que las grandezas que observamos en las criaturas de la naturaleza, no nos hagan olvidar que fuimos obsequiados con la mayor de todas ellas.
EL NIÑO Y EL GUSANO DE ORTIGA
Un niño fue herido por un gusano de ortiga. Corrió a su casa y dijo a su madre:
- Me ortigó fuertemente, pero yo solamente lo toqué con suavidad.
- Por eso te ortigó – dijo la madre -, la próxima vez que te acerques a un gusano de esos, agárralo con decisión, sin caricias, y entonces será tan suave como seda, y no te maltratará de nuevo.
Moraleja: Al insolente, irrespetuoso, o delincuente, debe demostrársele siempre que la autoridad prevalece sobre él.
EL PESCADOR REVOLVIENDO EL RÍO
Pescaba un pescador en un río, atravesándolo con su red de una a otra orilla; luego, con una piedra atada al extremo de una cuerda de lino, agitaba el agua para que los peces, aturdidos, cayeran al huir entre las mallas de la red. Vióle proceder así un vecino y le reprochó el revolver el río, obligándoles a beber el agua turbia; más él respondió:
- ¡Si no revuelvo el río, tendré que morirme de hambre!
Moraleja: Igual sucede con las naciones: entre más discordia siembren los agitadores entre la gente, mayor será el provecho que obtendrán. Forma siempre tu propia opinión y no vayas a donde te quieran empujar otros sin que lo hayas razonado.
EL LABRADOR Y LOS PERROS
Aprisionó el mal tiempo a un labrador en su cuadra.
No pudiendo salir para buscar comida, empezó por devorar a sus carneros; luego, como el mal tiempo seguía, comió también las cabras; y, en fin, como no paraba el temporal, acabó con sus propios bueyes. Viendo entonces los perros lo que pasaba dijéronse entre ellos:
- Larguémonos de aquí, pues, si el amo ha sacrificado los bueyes que trabajan con él, ¿cómo nos perdonaría a nosotros?
Moraleja: Cuídate muy en especial de aquellos que no temen en maltratar a sus mejores amigos.
EL PESCADOR FLAUTISTA
Un pescador que también tocaba hábilmente la flauta, cogió juntas sus flautas y sus redes para ir al mar; y sentado en una roca saliente, púsose a tocar la flauta, esperando que los peces, atraídos por sus dulces sones, saltarían del agua para ir hacia él. Mas, cansado al cabo de su esfuerzo en vano, dejó la flauta a su lado, lanzó la red al agua y cogió buen número de peces. Viéndoles brincar en la orilla después de sacarlos de la red, exclamó el pescador flautista:
- ¡Malditos animales: cuando tocaba la flauta no teníais ganas de bailar, y ahora que no lo hago parece que os dan cuerda!
Moraleja: Muchas veces no actuamos de acuerdo a las circunstancias que nos rodean, sino desatiempados o desubicados. Procuremos siempre estar bien situados.
EL CANOSO Y SUS DOS PRETENDIENTES
Un hombre ya canoso tenía dos pretendientes, una joven y otra más vieja.
Apenada la de mayor edad de tratar con un hombre más joven que ella, cada vez que él la visitaba le quitaba los cabellos negros. A su vez la más joven, no queriendo tener por amante a un hombre viejo, le arrancaba los cabellos canos.
Con esto sucedió que el hombre, pelado alternativamente por una y por la otra, se quedó completamente calvo.
Moraleja: Lo que mal se distribuye, mal se retribuye.
LAS ZORRAS A ORILLAS DEL RÍO MEANDRO
Se reunieron un día las zorras a orillas del río Meandro con el fin de calmar su sed; pero el río estaba muy turbulento, y aunque se estimulaban unas a otras, ninguna se atrevía a ingresar al río de primera.
Al fin una de ellas habló, y queriendo humillar a las demás, se burlaba de su cobardía presumiendo ser ella la más valiente. Así que saltó al agua atrevida e imprudentemente. Pero la fuerte corriente la arrastró al centro del río, y las compañeras, siguiéndola desde la orilla le gritaban:
- ¡ No nos dejes compañera, vuelve y dinos cómo podremos beber agua sin peligro!
Pero la imprudente, arrastrada sin remedio alguno, y tratando de ocultar su cercana muerte, contestó:
- Ahora llevo un mensaje para Mileto; cuando vuelva les enseñaré cómo pueden hacerlo.
Moraleja: Por lo general, los fanfarrones siempre están cerca del peligro.
Desde el 261 hasta el 270 de un total de 293 Cuentos de Esopo