293 Cuentos de Esopo
EL LEÓN, PROMETEO Y EL ELEFANTE
No dejaba un león de quejarse ante Prometeo diciéndole:
- Tu me hiciste bien fuerte y hermoso, dotado de mandíbulas con buenos colmillos y poderosas garras en las patas, y soy el más dominante de los animales. Sin embargo le tengo un gran temor al gallo.
- ¿ Por qué me acusas tan a la ligera? ¿ No estás satisfecho con todas las ventajas físicas que te he dado?. Lo que flaquea es tu espíritu - replicó Prometeo -.
Siguió el león deplorando su situación, juzgándose de pusilánime. Decidió entonces poner fin a su vida. Se encontraba en esta situación cuando llegó el elefante, se saludaron y comenzaron a charlar. Observó el león que el elefante movía constantemente sus orejas, por lo que le preguntó la causa.
- ¿Ves ese minúsculo insecto que zumba a mi alrededor? - respondió el elefante -, pues si logra ingresar dentro de mi oído, estoy perdido.
Entonces se dijo el león: ¿No sería insensato dejarme morir, siendo yo mucho más fuerte y poderoso que el elefante, así como mucho más fuerte y poderoso es el gallo con el mosquito?
Moraleja: Muchas veces, muy pequeñas molestias nos hacen olvidar las grandezas que poseemos.
EL CIERVO Y EL CERVATILLO
Díjole un día un cervatillo al ciervo:
- Padre: eres mayor y más veloz que los perros y tienes además unos cuernos magníficos para defenderte; ¿por qué huyes delante de ellos?
El ciervo respondió riendo:
- Justo es lo que me dices, hijo mío; mas no sé lo que me sucede, pero cuando oigo el ladrido de un perro, inmediatamente me doy a la fuga.
Moraleja: Cuando se tiene un ánimo temeroso, no hay razón que pueda cambiarlo.
EL CISNE TOMADO POR GANSO
Un hombre muy rico alimentaba a un ganso y a un cisne juntos, aunque con diferente fin a cada uno: uno era para el canto y el otro para la mesa.
Cuando llegó la hora para la cual era alimentado el ganso, era de noche, y la oscuridad no permitía distinguir entre las dos aves.
Capturado el cisne en lugar del ganso, entonó su bello canto preludio de muerte. Al oír su voz, el amo lo reconoció y su canto lo salvó de la muerte.
Moraleja: Antes de tomar una acción sobre alguien o algo, ya sea que le beneficie o perjudique, primero debemos asegurarnos de su verdadera identidad.
LA GAVIOTA, EL ESPINO Y EL MURCIÉLAGO
Se asociaron una gaviota, un murciélago y un espino para dedicarse juntos al comercio.
El murciélago buscó dinero, el espino unas telas, y la gaviota, una cantidad de cobre. Hecho lo cual aparejaron un barco.
Pero surgió una tremenda borrasca hundiéndose la barca y perdiéndose la carga; sólo salvaron sus vidas.
Por eso desde entonces la gaviota revolotea siempre al acecho en las orillas para ver si el mar arroja en alguna playa su cobre; el murciélago, huyendo de sus acreedores, sólo sale de noche para alimentarse; y el espino, en fin, apresa la ropa de los viajeros tratando de reconocer sus telas.
Moraleja: Siempre volvemos a lo que es de nuestro verdadero interés.
EL MURCIÉLAGO Y LAS COMADREJAS
Cayó un murciélago a tierra y fue apresado por una comadreja. Viéndose próximo a morir, imploró el murciélago por su vida. Le dijo la comadreja que no podía soltarle porque de nacimiento era enemiga de los pájaros. El murciélago replicó que no era un pájaro sino un ratón, librándose con esta astucia.
Algún tiempo después volvió a caer de nuevo en las garras de otra comadreja, y le suplicó que no lo devorara. Contesto esta comadreja que odiaba a todos los ratones. El murciélago le afirmó que no era ratón sino pájaro. Y se libró así por segunda vez.
Moraleja: Sepamos siempre adaptarnos a las circunstancias del momento si deseamos sobrevivir, en cualquier rama de la vida que actuemos.
ANDROCLES Y EL LEÓN
Un esclavo llamado Androcles tuvo la oportunidad de escapar un día y corrió hacia la foresta.
Y mientras caminaba sin rumbo llegó a donde yacía un león, que gimiendo le suplicó:
- Por favor te ruego que me ayudes, pues tropecé con un espino y una púa se me enterró en la garra y me tiene sangrando y adolorido.
Androcles lo examinó y gentilmente extrajo la espina, lavó y curó la herida. El león lo invitó a su cueva donde compartía con él el alimento.
Pero días después, Androcles y el león fueron encontrados por sus buscadores. Llevado Androcles al emperador fue condenado al redondel a luchar contra los leones.
Una vez en la arena, fue suelto un león, y éste empezó a rugir y buscar el asalto a su víctima.
Pero a medida que se le acercó reconoció a su benefactor y se lanzó sobre él pero para lamerlo cariñosamente y posarse en su regazo como una fiel mascota. Sorprendido el emperador por lo sucedido, supo al final la historia y perdonó al esclavo y liberó en la foresta al león.
Moraleja: Los buenos actos siempre son recompensados.
BÓREAS Y EL SOL
Bóreas y el Sol disputaban sobre sus poderes, y decidieron conceder la palma al que despojara a un viajero de sus vestidos.
Bóreas empezó de primero, soplando con violencia; y apretó el hombre contra sí sus ropas, Bóreas asaltó entonces con más fuerza; pero el hombre, molesto por el frío, se colocó otro vestido. Bóreas, vencido, se lo entregó al Sol.
Este empezó a iluminar suavemente, y el hombre se despojó de su segundo vestido; luego lentamente le envió el Sol sus rayos más ardientes, hasta que el hombre, no pudiendo resistir más el calor, se quitó sus ropas para ir a bañarse en el río vecino.
Moraleja: Es mucho más poderosa una suave persuasión que un acto de violencia.
LA ZORRA Y EL MONO DISCUTEN SOBRE SU NOBLEZA
Viajaban juntos por esta tierra una zorra y un mono, comentando a la vez cada uno sobre su nobleza.
Mientras cada cual detallaba ampliamente sus títulos, llegaron a cierto lugar. Volvió el mono su mirada hacia un cementerio y rompió a llorar.
Preguntó la zorra que le ocurría, y el mono, mostrándoles unas tumbas
le dijo:
- ¡ Oh, cómo no voy a llorar cuando veo las lápidas funerarias de esos grandes héroes, mis antepasados!
- ¡Puedes mentir cuanto quieras - contestó la zorra -; pues ninguno de ellos se levantará para contradecirte!
Moraleja: Sé siempre honesto en tu vida. Nunca sabrás si el vecino que te escucha sabe la verdad y corroborará o desmentirá tus palabras.
LAS RANAS PIDIENDO REY
Cansadas las ranas del propio desorden y anarquía en que vivían, mandaron una delegación a Zeus para que les enviara un rey.
Zeus, atendiendo su petición, les envió un grueso leño a su charca.
Espantadas las ranas por el ruido que hizo el leño al caer, se escondieron donde mejor pudieron. Por fin, viendo que el leño no se movía más, fueron saliendo a la superficie y dada la quietud que predominaba, empezaron a sentir tan grande desprecio por el nuevo rey, que brincaban sobre él y se le sentaban encima, burlándose sin descanso.
Y así, sintiéndose humilladas por tener de monarca a un simple madero, volvieron donde Zeus, pidiéndole que les cambiara al rey, pues éste era demasiado tranquilo.
Indignado Zeus, les mandó una activa serpiente de agua que, una a una, las atrapó y devoró a todas sin compasión.
Moraleja: A la hora de elegir los gobernantes, es mejor escoger a uno sencillo y honesto, en vez de a uno muy emprendedor pero malvado o corrupto.
EL LEÓN, LA ZORRA Y EL ASNO
El león, la zorra y el siempre ingenuo asno se asociaron para ir de caza.
Cuando ya tuvieron bastante, dijo el león al asno que repartiera entre los tres el botín. Hizo el asno tres partes iguales y le pidió al león que escogiera la suya. Indignado por haber hecho las tres partes iguales, saltó sobre él y lo devoró. Entonces pidió a la zorra que fuera ella quien repartiera.
La zorra hizo un montón de casi todo, dejando en el otro grupo sólo unas piltrafas. Llamó al león para que escogiera de nuevo.
Al ver aquello, le preguntó el león que quien le había enseñado a repartir tan bien.
- ¡Pues el asno, señor, el asno!
Moraleja: Siempre es bueno no despreciar el error ajeno y más bien aprender de él.
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