9 Poemas de Javier Rodríguez Marcos 

ZOOLOGÍA

La palabras son
animales salvajes.
Nacen y crecen
y se reproducen, mueren
de agotamiento. Siempre
lo tiñen todo
con sus colores pardos,
con su mascar nervioso
(no fieras libres, ratas
de matadero). Tienen
tórax y abdomen, dice
la gramática.
De sangre fría, son
blandas por fuera y
duras por dentro. Aunque
siempre al acecho, atacan
tan sólo si se las ataca.
Y al olor de la sangre.
Las palabras heridas
son las más peligrosas.
Las palabras heridas
son capaces de hacer
todavía mucho daño.

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YA LO SÉ, LA MEMORIA

Ya lo sé, la memoria
no es un lugar seguro.
Está llena de trampas,
consuelos, desconsuelos,
atajos, emboscadas,
pistas falsas, canciones
lacrimógenas, torpes
maneras de quedar
bien,
traiciones, heroísmos,
fotos trucadas siempre
con el fotoshop tonto
de la melancolía.

Ya lo sé, es lo que somos:
nostalgia y cirugía.
¿Recuerdas lo felices
que fuimos el verano
de la inmortalidad?

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TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN

Tiene suerte mi mano.
Cinco millones de años
de evolución
para llegar a un hueco
perfecto para una manzana.
No necesito más:
Saber que tú respiras,
que el mundo cabe entre estos cinco dedos,
que, entero y tembloroso,
yo quepo entre los tuyos.

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RIQUEZA

Seguro que la noche mejorará la escena,
pero ahora el mediodía y esta vida
saben mucho de las tragicomedias
del teatro -del mundo- del absurdo.
En el bar de los cuerdos que miran a los locos,
el hombre y la mujer están bailando
con la música de las tragaperras.
Acaban de perderlo todo. Tienen
en cambio manos con las que tocarse,
labios para estar en silencio,
sus pies para moverse con el ritmo
de una música que viene de lejos
enturbiando la bolsa de la vida
-circuitos y neuronas, máquinas japonesas-.
Los que miran
(miramos)
sólo tienen
(tenemos)
un poco de dinero
(y a veces ni dinero).
Hace tiempo que se ha perdido todo.

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EL NÚMERO DOS

Dos solitarios juntos.
A veces siento que nos entendemos
(un sentimiento, nada
mental, pues, fuera de estas sucias palabras
que todo lo traicionan
y lo perdonan todo; un sentimiento, algo
incrustado en la boca
del estómago, azul, igual que un ácido
sin nombre, añil, perfecto,
leve como un enigma, gris,
un elemento químico
desconocido. Me refiero a sin sitio
concreto en el precario
orden de la tabla
periódica -valencia, peso atómico,
esas cosas que entraban
en los exámenes). Solos,
estamos solos. Juntos, lo he dicho,
y solos. Quizás no pueda ser
distinto. Así, quizá esté bien
así. Quizá los que han nacido
solos no puedan ya
dejar de estarlo
nunca, vivir de otra manera.
Quizá, tal vez, quizá
esto no dure mucho (apenas, tal vez, puede
que otro millón de años;
poca cosa si piensas
en el tiempo geológico). Concedido, de acuerdo.
Quizás no dure siempre. Siempre se pasa pronto
y todo es poco –menos
que poco, seamos, por una vez,
realistas- pero a ratos parece,
tal vez sólo parece,
que todo está en su sitio.

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ES ASÍ LA BELLEZA

Es así, la belleza

se mide por milímetros.
Igual que el hielo quiere

ser sólo agua corriente,
la belleza se mide por milésimas
de segundo, por micras.
No por eternidades.
No en toneladas, grandes
cumbres, espacios
que sobrecogen. Siempre
se resuelve en la foto
finish, no en lo sublime. Nunca.
Al final la hermosura
se decide por poca diferencia.
Cero a cero. No hay mucho
que añadir. ¿Quién no ha visto
la luna, despistada,
sobre los edificios,
sobre la niebla tóxica,
rompiendo el cielo sucio
un lunes a las diez
de la mañana?

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AGRICULTURA

Con los dedos o un trozo de carbón
a punto de apagarse.
O de encenderse. A veces
su perfil parece apuñalado
con un tizón que conservara dentro
el fuego oscuro del que él mismo procede.
Así, letal, como algo
que le quema
en las manos
lo usa el pintor, sabiendo
que ahora también le va la vida en ello,
afirmando en el trazo
que trabaja sobre las ilusiones,
que en la vida no existe
esa frontera (la única
que no existe. Justo
por eso es necesario
que la vista recorra esos perfiles.
Para que no se engañe).
Y pinta así, confiado,
igual que un campesino
que dice la verdad.

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IN MEMORIAM

El miedo como un pez escurridizo,
lento como la cámara
lenta,
borroso bajo el agua, irreal, diluido.
Desde este lado de la orilla, el taxi
corre hacia el hospital.
El miedo de las oraciones
que recitas, inútiles,
tan necesarias ahora
que subes por la escala que teje el desamparo.
Segundo piso. Planta. Todo perdido. Oscuro.
El Muerto no está muerto
(mi hermano y su crudeza).
El Muerto (y esa risa
nerviosa) no está muerto,
pero ya se reparten
el sueldo las urracas.
Mi hermano otra mañana:
Esta vez es la buena, la mala, ahora ya está.
Otra vez el teléfono, frío como los peces
de montaña, nerviosos, duros, huecos, estériles.
Desde este lado de la vida, el metro
devora (línea 2) las estaciones:
Las Musas, Esperanza
(dos muchachas transbordan hacia Prosperidad).
Dentro de la oficina
el muerto enciende
las pantallas y piensa
en el Muerto, en un taxi
que no devora ya
las 10 de la mañana.
Lejos de todo, huyendo (la historia de tu vida
pasa en 15 segundos, como dicen que pasa
a los muertos. Agonizar también
es tu forma de vida).
El miedo, un nombre nuevo.
El miedo, el sobrenombre
que el cobarde le da a su cobardía.
Introduzca la clave,
(enter the password).
Con una mezcla ácida de soledad, egoísmo,
rabia, pena, cansancio, lástima
de sí mismo,
el muerto escribe:
Amén.

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CONOCIMIENTO DEL REINO SUBMARINO

Ahora sólo soy huesos. Los peces me conocen
y atraviesan confiados las cuencas de mis ojos.
Se han disuelto mis manos en la sal y mis piernas
crecen entre raíces en las rocas y el fango.
Recuerdo vagamente mi vida y sueño a veces
que hay plantas abisales coronando mi cráneo.
Por la noche mis huesos están tristes y echan
de menos el sonido de un corazón latiendo
y el pulso de la carne
que sirvió de alimento a la fauna marina.
Es la vuelta al origen. Me resigno y me digo
que ya andarán mis ojos entre perlas y estrellas,
como siempre quisieron cuando sólo eran ojos,
ni claros ni serenos, de un hombre en un naufragio.

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