293 Cuentos de Esopo  

EL LOBO Y EL LABRADOR

Llevó un labrador su yunta de bueyes al abrevadero. Caminaba por ahí cerca un lobo hambriento en busca de comida.
Encontró el lobo el arado y empezó a lamer los bordes del yugo, y enseguida y sin darse cuenta terminó por meter su cabeza adentro. Agitándose como mejor podía para soltarse, arrastraba el arado a lo largo del surco. Al regresar el labrador, y viéndolo en esta actividad le dijo:
- ¡Ah, lobo ladrón, que felicidad si fuera cierto que renunciaste a tu oficio y te has unido a trabajar honradamente la tierra!

Moraleja: A veces, por casualidad o no, los malvados parecieran actuar bien, mas su naturaleza siempre los delata.

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EL LOBO Y EL PERRO DORMIDO

Dormía plácidamente un perro en el portal de una casa. Un lobo se abalanzó sobre él, dispuesto a darse un banquete, cuando en eso el perro le rogó que no lo sacrificara todavía.
- Mírame, ahora estoy en los huesos - le dijo -; espera un poco de tiempo, ya que mis amos pronto van a celebrar sus bodas y como yo también me daré mis buenos atracones, me engordaré y de seguro seré un mucho mejor manjar para tu gusto.
Le creyó el lobo y se marchó. Al cabo de algún tiempo volvió. Pero esta vez encontró al perro durmiendo en una pieza elevada de la casa. Se detuvo al frente y le recordó al perro lo que habían convenido. Entonces el perro repuso:
- ¡Ah lobo, si otro día de nuevo me ves dormir en el portal de la casa, no te preocupes por esperar las bodas!

Moraleja: Evita cometer un mismo error dos veces.

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LA CORNEJA Y EL CUERVO

Sentía una corneja celos contra los cuervos porque éstos dan presagios a los hombres, prediciéndoles el futuro, y por esta razón los toman como testigos. Quiso la corneja poseer las mismas cualidades.
Viendo pasar a unos viajeros se posó en un árbol, lanzándoles espantosos gritos. Al oír aquel estruendo, los viajeros retrocedieron espantados, excepto uno de ellos, que dijo a los demás:
- Eh, amigos, tranquilos; esa ave es solamente una corneja. Sus gritos no son de presagios.

Moraleja: Cuando vanidosamente y sin tener capacidades, se quiere rivalizar con los más preparados, no sólo no se les iguala, sino que además se queda en ridículo.

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LA CORNEJA FUGITIVA

Un hombre cazó a una corneja, le ató un hilo a una pata y se la entregó a su hijo. Mas la corneja, no pudiendo resignarse a vivir prisionera en aquel hogar, aprovechó un instante de libertad en un descuido para huir y tratar de volver a su nido.
Pero el hilo se le enredó en las ramas de un árbol y el ave no pudo volar más, quedando apresada. Viendo cercana su muerte, se dijo:
-¡Hecho está! Por no haber sabido soportar la esclavitud entre los hombres, ahora me veo privada de la vida.

Moraleja: En cuanto mayor son los valores que se buscan, mayores son los riesgos.

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EL RUISEÑOR Y EL GAVILÁN

Subido en un alto roble, un ruiseñor cantaba como de costumbre. Lo vio un gavilán hambriento, y lanzándose inmediatamente sobre él, lo apresó en sus garras.
Seguro de su próxima muerte, el ruiseñor le rogó que le soltara, diciéndole que con sólo él no bastaría para llenar su vientre, y que si en verdad tenía hambre, debería de apresar a otros más grandes. El gavilán le repuso:
- Necio sería si te oyera y dejara escapar la presa que tengo, por ir a buscar a la que ni siquiera he visto.

Moraleja: No dejemos los bienes que ya tenemos, por ilusiones que ni siquiera divisamos.

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EL CABALLO Y EL PALAFRENERO

Había un palafrenero que robaba y llevaba a vender la cebada de su caballo; pero en cambio, se pasaba el día entero limpiándole y peinándole para lucirlo de lo mejor.
Un día el caballo le dijo:
- Si realmente quieres que me vea hermoso, no robes la cebada que es para mi alimento.

Moraleja: Ten cuidado de quien mucho te adule o alabe, pues algo busca quitarte a cambio.

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EL CAMELLO Y ZEUS

Sentía el camello envidia por los cuernos del toro, y quiso obtener los suyos propios. Para esto fue a ver a Zeus, pidiéndole le regalara a él unos semejantes.
Pero Zeus, indignado de que no se contentara de su gran tamaño y fuerza, no sólo le negó el darle los cuernos, sino que además le cortó una parte de las orejas.

Moraleja: La envidia no es buena consejera. Cuando quieras mejorar en algo, hazlo con tu esfuerzo y por tu deseo de progresar, no porque tu vecino lo tenga.

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LAS CABRAS MONTESES Y EL CABRERO

Llevó un cabrero a pastar a sus cabras y de pronto vio que las acompañaban unas cabras monteses. Llegada la noche, llevó a todas a su gruta.
A la mañana siguiente estalló una fuerte tormenta y no pudiendo llevarlas a los pastos, las cuidó dentro.
Pero mientras a sus propias cabras sólo les daba un puñado de forraje, a las monteses les servía mucho más, con el propósito de quedarse con ellas. Terminó al fin el mal tiempo y salieron todas al campo, pero las
cabras monteses escaparon a la montaña. Las acusó el pastor de ingratas, por abandonarle después de haberlas atendido tan bien; mas ellas le respondieron:
- Mayor razón para desconfiar de ti, porque si a nosotras recién llegadas, nos has tratado mejor que a tus viejas y leales esclavas, significa esto que si luego vinieran otras cabras, nos despreciarías a nosotras por ellas.

Moraleja: Nunca confíes en quien pretende tu nueva amistad a cambio de abandonar a las que ya tenía.

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EL RATÓN Y LA RANA

Un ratón de tierra se hizo amigo de una rana, para desgracia suya. La rana, obedeciendo a desviadas intenciones de burla, ató la pata del ratón a su propia pata. Marcharon entonces primero por tierra para comer trigo, luego se acercaron a la orilla del pantano. La rana, dando un salto arrastró hasta el fondo al ratón, mientras que retozaba en el agua lanzando sus conocidos gritos.
El desdichado ratón, hinchado de agua, se ahogó, quedando a flote atado a la pata de la rana. Los vio un milano que por ahí volaba y
apresó al ratón con sus garras, arrastrando con él a la rana encadenada, quien también sirvió de cena al milano.

Moraleja: Toda acción que se hace con intenciones de maldad, siempre termina en contra del mismo que la comete.

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LA HORMIGA Y EL ESCARABAJO

Llegado el verano, una hormiga que rondaba por el campo recogía los granos de trigo y cebada, guardándolos para alimentarse durante el invierno.
La vio un escarabajo y se asombró de verla tan ocupada en una época en que todos los animales, descuidando sus trabajos, se abandonan a la buena vida. Nada respondió la hormiga por el momento; pero más tarde, cuando llegó el invierno y la lluvia deshacía las boñigas, el escarabajo hambriento fue a pedirle a la hormiga una limosna de comida. Entonces sí respondió la hormiga:
- Mira escarabajo, si hubieras trabajado en la época en que yo lo hacía y tú te burlabas de mí, ahora no te faltaría el alimento.

Moraleja: Cuando te queden excedentes de lo que recibes con tu trabajo, guarda una porción para cuando vengan los tiempos de escasez.

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