293 Cuentos de Esopo  

EL SEMIDIOS

Un hombre tenía en su casa un semidiós, al que ofrecía ricos sacrificios. Como no cesaba de gastar en estos sacrificios sumas considerables, el semidiós se le apareció por la noche y le dijo:
- Amigo mío, deja ya de dilapidar tu riqueza, porque si te gastas todo y luego te ves pobre, me echarás a mí la culpa.

Moraleja: Si gastas tus riquezas en cosas innecesarias, no le eches luego la culpa de tus problemas a nadie más.

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EL CABALLO Y EL SOLDADO

Un soldado, durante una guerra, alimentó con cebada a su caballo, su compañero de esfuerzos y peligros.
Pero, acabada la guerra, el caballo fue empleado en trabajos serviles y para transportar pesados bultos, siendo alimentado únicamente con paja.
Al anunciarse una nueva guerra, y al son de la trompeta, el dueño del caballo lo aparejó, se armó y montó encima. Pero el caballo exhausto se caía a cada momento. Por fin dijo a su amo:
- Vete mejor entre los infantes, puesto que de caballo que era me has convertido en asno. ¿Cómo quieres hacer ahora de un asno un caballo?

Moraleja: En los tiempos de bienestar, es cuando debemos prepararnos para las épocas críticas.

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EL LOBO, LA NANA Y EL NIÑO

Se hallaba hambriento un lobo, y vagaba en busca de su comida. Llegó a una choza y oyó a un niño que lloraba y a su nana que le decía:
- No llores, mi niño, porque te llevo donde el lobo.
Creyendo el lobo aquellas palabras, se quedo esperando por mucho tiempo. Y llegada la noche, la nana, cuando arrullaba al niño le cantaba:
- Si viene el lobo, lo mataremos.
Al oír el lobo las nuevas palabras, siguió su camino meditando:
- En esta casa dicen primero una cosa, y después quieren hacer otra muy diferente.

Moraleja: Más importante que las palabras, son los actos de amor verdadero.

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EL PERRO Y SU REFLEJO EN EL RÍO

Vadeaba un perro un río llevando en su hocico un sabroso pedazo de carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó que aquel reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne mayor que el suyo.
Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar el trozo a su supuesto compadre.
Pero el resultado fue que se quedó sin el propio y sin el ajeno: éste porque no existía, sólo era un reflejo, y el otro, el verdadero, porque se lo llevó la corriente.

Moraleja: No codicies el bien ajeno, pues puedes perder lo que ya has adquirido con tu esfuerzo.

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EL PERRO CON CAMPANILLA

Había un perro que acostumbraba a morder sin razón. Le puso su amo una campanilla para advertirle a la gente de su presencia cercana. Y el can, sonando la campanilla, se fue a la plaza pública a presumir. Mas una sabia perra, ya avanzada de años le dijo:
- ¿ De qué presumes tanto, amigo? Sé que no llevas esa campanilla por tus grandes virtudes, sino para anunciar tu maldad oculta.

Moraleja: Los halagos que se hacen a sí mismos los fanfarrones, sólo delatan sus mayores defectos.

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LA CORNEJA CON LOS CUERVOS

Una corneja que por esas cosas del destino era más grande que sus compañeras, despreciando y burlándose de sus congéneres, se fue a vivir entre los cuervos pidiéndoles que aceptaran compartir su vida. Pero los cuervos, a quienes su figura y voz les eran desconocidas, sin pensarlo mucho la golpearon y la arrojaron de su grupo.
Y la corneja, expulsada por los cuervos, volvió de nuevo donde las demás cornejas. Pero éstas, heridas por el ultraje que les había hecho, se negaron a recibirla otra vez. Así, quedó esta corneja excluida de la sociedad de unos y de otros.

Moraleja: Cuando pienses cambiar de sociedad, domicilio o amistades, no lo hagas nunca despreciando a la anterior, no sea que más tarde tengas que regresar allá.

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EL AVARO Y EL ORO

Un avaro vendió todo lo que tenía de más y compró una pieza de oro, la cual enterró en la tierra a la orilla de una vieja pared y todos los días iba a mirar el sitio.
Uno de sus vecinos observó sus frecuentes visitas al lugar y decidió averiguar que pasaba. Pronto descubrió lo del tesoro escondido, y cavando, tomó la pieza de oro, robándosela.
El avaro, a su siguiente visita encontró el hueco vacío y jalándose sus cabellos se lamentaba amargamente.
Entonces otro vecino, enterándose del motivo de su queja, lo consoló diciéndole:
- Da gracias de que el asunto no es tan grave. Ve y trae una piedra y colócala en el hueco. Imagínate entonces que el oro aún está allí. Para ti será lo mismo el que aquello sea o no sea oro, ya que de por sí no harías nunca ningún uso de él.

Moraleja: Valora las cosas por lo que sirven, no por lo que aparentan

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EL JOVEN PASTOR ANUNCIANDO AL LOBO

Un joven pastor, que cuidaba un rebaño de ovejas cerca de una villa, alarmó a los habitantes tres o cuatro veces gritando:

-¡El lobo, el lobo!

Pero cuando los vecinos llegaban a ayudarle, se reía viendo sus preocupaciones. Mas el lobo, un día de tantos, sí llegó de verdad. El joven pastor, ahora alarmado él mismo, gritaba lleno de terror:

- Por favor, vengan y ayúdenme; el lobo está matando a las ovejas.

Pero ya nadie puso atención a sus gritos, y mucho menos pensar en acudir a auxiliarlo. Y el lobo, viendo que no había razón para temer mal alguno, hirió y destrozó a su antojo todo el rebaño.

Moraleja: Al mentiroso nunca se le cree, aun cuando diga la verdad.

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LA ZORRA Y EL ESPINO

Una zorra saltaba sobre unos montículos, y estuvo de pronto a punto de caerse. Y para evitar la caída, se agarró a un espino, pero sus púas le hirieron las patas, y sintiendo el dolor que ellas le producían, le dijo al espino:
- ¡ Acudí a ti por tu ayuda, y más bien me has herido. !
A lo que respondió el espino:
- ¡Tú tienes la culpa, amiga, por agarrarte a mí, bien sabes lo bueno que soy para enganchar y herir a todo el mundo, y tú no eres la excepción!

Moraleja: Nunca pidas ayuda a quien acostumbra a hacer el daño.

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EL LEÓN APRESADO POR EL LABRADOR

Entró un león en la cuadra de un labrador, y éste, queriendo cogerlo, cerró la puerta. El león, al ver que no podía salir, empezó a devorar primero a los carneros, y luego a los bueyes.
Entonces el labrador, temiendo por su propia vida, abrió la puerta.
Se fue el león, y la esposa del labrador, al oírlo quejarse le dijo:
- Tienes lo que buscaste, pues ¿por qué has tratado de encerrar a una fiera que más bien debías de mantener alejada?

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