Esopo  

EL TOCADOR DE CÍTARA

Un tocador de cítara sin talento cantaba desde la mañana a la noche en una casa con las paredes muy bien estucadas. Como las paredes le devolvían el eco, se imaginó que tenía una voz magnífica, y tanto se lo creyó, que resolvió presentarse en el teatro; pero una vez en la escena cantó tan mal, que lo arrojaron a pedradas.

Moraleja: No seamos nosotros jueces de nosotros mismos, no vaya a ser que nuestra parcialidad nos arruine.

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LOS GALLOS Y LA PERDIZ

Un hombre que tenía dos gallos, compró una perdiz doméstica y la llevo al corral junto con ellos para alimentarla. Pero estos la atacaban y la perseguían, y la perdiz, pensando que lo hacían por ser de distinta especie, se sentía humillada.
Pero días más tarde vio cómo los gallos se peleaban entre ellos, y que cada vez que se separaban, estaban cubiertos de sangre. Entonces se dijo a sí misma:
- Ya no me quejo de que los gallos me maltraten, pues he visto que ni aun entre ellos mismos están en paz.

Moraleja: Si llegas a una comunidad donde los vecinos no viven en paz, ten por seguro que tampoco te dejaran vivir en paz a ti.

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EL CIERVO, EL MANANTIAL Y EL LEÓN

Agobiado por la sed, llegó un ciervo a un manantial. Después de beber, vio su reflejo en el agua. Al contemplar su hermosa cornamenta, sintióse orgulloso, pero quedó descontento por sus piernas débiles y finas. Sumido aún en estos pensamientos, apareció un león que comenzó a perseguirle. Echó a correr y le ganó una gran distancia, pues la fuerza de los ciervos está en sus piernas y la del león en su corazón.
Mientras el campo fue llano, el ciervo guardó la distancia que le salvaba; pero al entrar en el bosque sus cuernos se engancharon a las ramas y, no pudiendo escapar, fue atrapado por el león. A punto de morir, exclamó para sí mismo:
- ¡Desdichado soy! Mis pies, que pensaba que me traicionaban, eran los que me salvaban, y mis cuernos, en los que ponía toda mi confianza, son los que me pierden.

Moraleja: Muchas veces, a quienes creemos más indiferentes, son quienes nos dan la mano en las congojas, mientras que los que nos adulan, ni siquiera se asoman.

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EL VIAJERO Y SU PERRO

Un viajero listo para salir de gira, vio a su perro en el portal de su casa estirándose y bostezando. Le preguntó con energía:
- ¿Por qué estás ahí vagabundeando?, todo está listo menos tú, así que ven conmigo al instante.
El perro, meneando su cola replicó:
- Oh patrón, yo ya estoy listo, más bien es a ti a quien yo estoy esperando.

Moraleja: El perezoso siempre culpa de los retrasos a sus seres más cercanos.

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EL JOVEN Y EL ESCORPIÓN

Un joven andaba cazando saltamontes. Ya había capturado un buen número cuando trató de tomar a un escorpión equivocadamente.
Y el escorpión, mostrándole su ponzoña le dijo:
- Si me hubieras tocado, me hubieras perdido, pero tú también a todos tus saltamontes.

Moraleja: Cuando hayas hecho un capital con tu trabajo, cuida de no perderlo por tratar de tomar lo que no debes.

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LA GOLONDRINA, LA SERPIENTE Y LA CORTE

Una golondrina que retornaba de su largo viaje, se encontraba feliz de convivir de nuevo entre los hombres.
Construyó entonces su nido sobre el alero de una pared de una Corte de Justicia y allí incubó y cuidaba a sus polluelos.
Pasó un día por ahí una serpiente, y acercándose al nido devoró a los indefensos polluelos. La golondrina al encontrar su nido vacío se lamentó:
- Desdichada de mí, que en este lugar donde protegen los derechos de los demás, yo soy la única que debo sufrir equivocadamente.

Moraleja: No todo lo que beneficia a otros lo beneficia a uno.

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LA CIGARRA Y LA HORMIGA

Un verano hace mucho tiempo se encontraba una cigarra tumbada al Sol disfrutando del calor y tomando un refrigerio. Mientras tanto, una hormiga que vivía por allí cerca no paraba de caminar de un lugar al otro. La cigarra, un tanto molesta, exclamó:
- ¿Por qué no dejas de trabajar, y así de paso no haces ruido?. Estamos de vacaciones.
La hormiga no dijo nada y continuó cargando con comida desde el bosque hasta su casa.

Pasaron los meses y llegó el invierno. La hormiga, bien abrigada en su hormiguero, oyó como tocaban a la puerta.
- ¿Quién es? - dijo al tiempo que se asomaba -. Hombre, amiga cigarra, ¿en qué puedo ayudarte?.
- Hola hormiga, compañera. Me preguntaba si podrías darme un poco de comida para pasar el invierno. No encuentro nada bajo la nieve.
La hormiga, que no podía creer lo que oía, contestó enojada:
- Lo siento, pero si en verano te hubieses provisto de comida como yo, ahora no estarías así.

Moraleja: No esperes que los demás solucionen tus problemas.

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ZEUS Y EL PUDOR

Cuando Zeus modeló al hombre, le dotó en el acto de todas las inclinaciones pero olvidó dotarle del pudor.
No sabiendo por dónde introducirlo, le ordenó que entrara sin que se notara su llegada. El pudor se revolvió contra la orden de Zeus, mas al fin, ante sus ruegos apremiantes, dijo:
- Está bien, entraré; pero a condición de que Eros no entre donde yo esté; si entra él, yo saldré enseguida.

Moraleja: Por eso los corrompidos, presas de Eros, no conocen el pudor.

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EL MERCADER DE ESTATUAS

Un hombre hizo una estatuilla de un Hermes en madera y la llevó a la plaza para su venta.
Como nadie llegaba a comprarla, se le ocurrió llamar la atención anunciando que vendía un dios que obsequiaba bondades y beneficios.
Entonces uno de los curiosos le dijo:
- Oye, si tan bueno es, ¿por qué la vendes y no te aprovechas de su ayuda?
- Porque yo, - contestó aquél - necesito la ayuda inmediatamente, y él nunca se apura en conceder sus beneficios.

Moraleja: Nunca dejes que el momentáneo interés material predomine sobre el espíritu.

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EL LOBO Y LA CABRA

Encontró un lobo a una cabra que pastaba a la orilla de un precipicio. Como no podía llegar a donde estaba ella le dijo:
- Oye amiga, mejor baja pues ahí te puedes caer. Además, mira este prado donde estoy yo, está bien verde y crecido.
Pero la cabra le dijo:
- Bien sé que no me invitas a comer a mí, sino a ti mismo, siendo yo tu plato.

Moraleja: Conoce siempre a los malvados, para que no te atrapen con sus engaños.

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Desde el 171 hasta el 180 de un total de 294 obras de Esopo

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