Esopo  

HÉRCULES Y PLUTÓN

Recibido Hércules entre los dioses y admitido a la mesa de Zeus, saludaba con mucha cortesía a cada uno de los dioses.
Llegó Plutón de último, y Hércules, bajando la vista al suelo, se alejó de él.
Sorprendido Zeus por su actitud, le preguntó por qué apartaba los ojos de Plutón después de haber saludado tan amablemente a todos los otros dioses.
- Porque, - contestó Hércules - en los tiempos en que yo me encontraba entre los hombres, casi siempre le veía en compañía de los bribones; por eso aparto la mirada de él.

Moraleja: No hagas amistad con quien conoces que no ha actuado correctamente.

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EL MURCIÉLAGO Y EL JILGUERO

Un jilguero encerrado en una jaula colgada en una ventana cantaba de noche. Oyó un murciélago desde lejos su voz, y acercándosele, le preguntó por qué cantaba sólo de noche.
- No es sin razón - repuso - porque de día cantaba cuando me atraparon, pero desde entonces aprendí a ser prudente.
- ¡Pues no es ahora cuando debías serlo, pues ya estás bien enjaulado, sino debió haber sido antes de que te capturaran! - replicó el murciélago.

Moraleja: La prudencia es para vivirla antes de caer en el error, no para después de la desgracia.

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EL LOBO Y LOS PASTORES CENANDO

Un lobo que se encontraba cerca de una casa vio como allí se estaba cocinando un cordero. Se acercó a los pastores que preparaban la cena y exclamó:
- ¡Menudo escándalo se formaría si hiciese yo lo que ustedes!

Moraleja: Que el ladrón pretenda equipararse al propietario es un insulto es sí mismo.

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EL ÁGUILA Y LA ZORRA

Un águila y una zorra que eran muy amigas decidieron vivir juntas con la idea de que eso afianzaría su amistad.
El águila escogió un árbol muy elevado para poner allí sus huevos, mientras que la zorra soltó a sus hijos bajo unas zarzas sobre la tierra al pie del mismo árbol.
Un día que la zorra salió a buscar su comida, el águila, que estaba hambrienta cayó sobre las zarzas, se llevó a los zorruelos, y entonces ella y sus crías se regocijaron con un banquete.
Regresó la zorra y más le dolió el no poder vengarse, que saber de la
muerte de sus pequeños; ¿Cómo podría ella, siendo un animal terrestre, sin poder volar, perseguir a uno que vuela? Tuvo que conformarse con el usual consuelo de los débiles e impotentes: maldecir desde lo lejos a su enemigo.

Mas no pasó mucho tiempo para que el águila recibiera el pago de su
traición contra la amistad. Se encontraban en el campo unos pastores
sacrificando una cabra; cayó el águila sobre ella y se llevó una víscera
que aún conservaba fuego, colocándola en su nido.
Vino un fuerte viento y transmitió el fuego a las pajas, ardiendo también sus pequeños aguiluchos, que por pequeños aún no sabían volar, los cuales se vinieron al suelo.
Corrió entonces la zorra, y tranquilamente devoró a todos los aguiluchos ante los ojos de su enemiga.

Moraleja: Nunca traiciones la amistad sincera

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EL BUEY Y EL MOSQUITO

En el cuerno de un buey se posó un mosquito. Luego de permanecer allí largo rato, al irse a su vuelo preguntó al buey si se alegraba que por fin se marchase. El buey le respondió:
- Ni supe que habías venido. Tampoco notaré cuando te vayas.

Moraleja: Pasar por la vida, sin darle nada a la vida, es ser insignificante.

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LOS LOBOS Y LOS PERROS ALISTÁNDOSE A LUCHAR

Se alistaban los lobos y los perros a luchar. Eligieron los perros como general a un perro griego. Pero éste parecía no tener prisa en iniciar la batalla y por ello le reclamaron.
¿ Saben - contestó - por qué doy tiempo ? Porque antes de actuar siempre es bueno deliberar. Los lobos todos son de la misma raza, talla y color, pero nosotros somos de costumbres muy diferentes, y procedemos de diversas regiones de las cuales cada uno estamos orgullosos. Nuestros uniformes no son parejos como los de ellos, tenemos rubios, negros, blancos y cenicientos. ¿ Cómo voy a empezar una guerra con soldados tan disparejos ? Primero debo idear cómo nivelar a mi gente.

Moraleja: Cuando de asociarse se trata, entre más equilibrada sea la unidad de voluntad y de pensamiento entre los miembros, mayor garantía habrá de éxito.

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ZEUS Y APOLO

Disputaban Zeus y Apolo sobre el tiro al arco.

Tendió Apolo el suyo y disparó su flecha; pero Zeus extendió la pierna tan lejos como había Apolo lanzado su flecha, haciendo ver que no llegó más allá de donde se encontraba él.

Moraleja: Cuando competimos con rivales mucho más poderosos, no sólo no los pasaremos, sino que además se burlarán de nosotros.

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EL LEÓN Y EL RATÓN

Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El león echó a reír y lo dejó marchar.
Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oír
los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.
- Días atrás - le dijo -, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños
ratones somos agradecidos y cumplidos.

Moraleja: Todo el mundo es valioso en algún aspecto de la vida.

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HERMES Y EL ESCULTOR

Quiso Hermes saber hasta dónde le estimaban los hombres, y, tomando la figura de un mortal, se presentó en el taller de un escultor.
Viendo una estatua de Zeus, preguntó cuánto valía.
- Un dracma - le respondieron -.
Sonrió y volvió a preguntar:
- ¿Y la estatua de Hera cuánto?
- Vale más - le dijeron -.
Viendo luego una estatua que le representaba a él mismo, pensó que, siendo al propio tiempo el mensajero de Zeus y el dios de las ganancias, estaría muy considerado entre los hombres; por lo que preguntó su precio.
El escultor contestó:
- No te costará nada. Si compras las otras dos, te regalaré ésta.

Moraleja: Nuestra propia vanidad siempre nos lleva a pasar por terribles desilusiones.

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EL HOMBRE Y EL SÁTIRO

Dícese que en otro tiempo un hombre concertó un pacto de amistad con un sátiro. Llegó el invierno y con él el frío; el hombre arrimaba las manos a la boca y soplaba en ellas. Preguntóle el sátiro por qué lo hacía. Repuso que se calentaba la mano a causa del frío.
Sirviéronse luego de comer y los alimentos estaban muy calientes, y el hombre, cogiéndolos a trocitos, los acercaba a la boca y soplaba en ellos. Preguntóle otra vez el sátiro por qué lo hacia. Contestó que enfriaba la comida porque estaba muy caliente.
- ¡Pues escucha - exclamó el sátiro -, renuncio a tu amistad porque lo mismo soplas con la boca lo que está frío que lo que está caliente!

Moraleja: No nos confundamos con aquellos que nos presentan o aparentan incertidumbre en sus actos.

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Desde el 181 hasta el 190 de un total de 294 obras de Esopo

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