293 Cuentos de Esopo  

EL ESTÓMAGO Y LOS PIES

El estómago y los pies discutían sobre su fuerza.
Los pies repetían a cada momento que su fuerza era de tal modo superior, que incluso llevaban al estómago. A lo que éste respondió:
- Amigos míos, si yo no les diera el alimento, no me podrían llevar.

Moraleja: Veamos siempre con atención dónde se inicia realmente la cadena de sucesos. Demos el mérito a quien realmente es la base de lo que juzgamos.

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LOS VIANDANTES Y EL HACHA

Caminaban dos hombres en compañía. Habiendo encontrado uno de ellos un hacha, dijo:
- He encontrado un hacha.
- No digas -repuso el otro- "he encontrado", sino: "hemos encontrado".
Instantes después fueron alcanzados por el hombre que había perdido el hacha; y el que la llevaba, al verse perdido, dijo a su compañero:
- Estamos perdidos.
- No digas -replicó éste- "estamos perdidos", sino: "estoy perdido", porque cuando encontraste el hacha no me has admitido como parte en tu hallazgo.

Moraleja: Si no estamos dispuestos a compartir nuestros éxitos, tampoco esperemos que nos soporten en la desgracia.

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DIÓGENES Y EL CALVO

Diógenes, el filósofo cínico, insultado por un hombre que era calvo, replicó:
- ¡Los dioses me libren de responderte con insultos!. ¡Al contrario, alabo los cabellos que han abandonado ese cráneo pelado!

Moraleja: Si regalamos un insulto, no esperemos de regreso un regalo menor.

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EL EMBUSTERO

Un hombre enfermo y de escasos recursos prometió a los dioses sacrificarles cien bueyes si le salvaban de la muerte.
Queriendo probar al enfermo, los dioses le ayudaron a recobrar rápidamente la salud, y el hombre se levantó del lecho. Mas como no poseía los cien bueyes comprometidos, los modeló con sebo y los llevó a sacrificar a un altar, diciendo:
- ¡Aquí tienen, oh dioses, mi ofrenda!
Los dioses decidieron también burlarse entonces a su vez del embustero, y le enviaron un sueño que le instaba a dirigirse a la orilla del mar, donde inmediatamente encontraría mil monedas de plata.
No pudiendo contener su alegría, el hombre corrió a la playa, pero allí cayó en manos de unos piratas que luego lo vendieron. Y fue así como encontró las mil monedas de plata.

Moraleja: Quien trata de engañar, al final termina engañado.

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EL FANFARRÓN

Un atleta, que era muy conocido de sus conciudadanos por su debilidad, partió un día para tierras lejanas.
Volvió después de algún tiempo, anunciando que había llevado a cabo grandes proezas en distintos países; contaba con especial esmero haber hecho en Rodas un salto que nunca antes ninguno de los atletas coronados en los juegos olímpicos había sido capaz de realizar, agregando además que presentaría los testigos de su hazaña si algunos de los que allí se hallaban presentes venían alguna vez a su tierra.
Uno de los oyentes tomó la palabra y dijo:
- Oye, amigo: si eso es cierto, no necesitamos testigos; esto es Rodas, da el salto y muéstralo.

Moraleja: Si no puedes probar con los hechos lo que dices, no estás diciendo nada.

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EL PLUMAJE DE LA GOLONDRINA Y EL CUERVO

La golondrina y el cuervo discutían acerca de su plumaje.
El cuervo terminó la discusión alegando:
- Tus plumas serán muy bonitas en el verano, pero las mías me cobijan contra el invierno.

Moraleja: Lo que sólo sirve para presumir, no es valioso en realidad.

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EL ASNO Y LA ZORRA ENCUENTRAN AL LEÓN

El asno y la zorra, habiéndose unido para su mutua protección, salieron un día de caza.
No anduvieron mucho cuando encontraron un león.
La zorra, segura del inmediato peligro, se acercó al león y le prometió ayudar a capturar al asno si le daba su palabra de no dañarla a ella.
Entonces, afirmándole al asno que no sería maltratado, lo llevó a un profundo foso diciéndole que se guareciera allí.
El león, viendo que ya el asno estaba asegurado, inmediatamente agarró a la zorra, y luego atacó al asno a su antojo.

Moraleja: Nunca traiciones a tu amigo por temor al enemigo, pues al final, tú también saldrás traicionado.

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LOS RATONES PONIENDO EL CASCABEL AL GATO

Un hábil gato hacía tal matanza de ratones, que apenas veía uno, era cena servida. Los pocos que quedaban, sin valor para salir de su agujero, se conformaban con su hambre. Para ellos, ese no era un gato, era un diablo carnicero. Una noche en que el gato partió a los tejados en busca de su amor, los ratones hicieron una junta sobre su problema más urgente.
Desde el principio, el ratón más anciano, sabio y prudente, sostuvo que de alguna manera, tarde o temprano, había que idear un medio de modo que siempre avisara la presencia del gato y pudieran ellos esconderse a tiempo.
Efectivamente, ese era el remedio y no había otro.
Todos fueron de la misma opinión, y nada les pareció más indicado.
Uno de los asistentes propuso ponerle un cascabel al cuello del gato, lo que les entusiasmó muchísimo y decían sería una
excelente solución. Sólo se presentó una dificultad: quién le ponía el cascabel al gato.
- ¡Yo no, no soy tonto, no voy!
- ¡Ah, yo no sé cómo hacerlo!
En fin, terminó la reunión sin adoptar ningún acuerdo.

Moraleja: Nunca busques soluciones imposibles de realizar.

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EL PASTOR Y EL JOVEN LOBO

Encontró un pastor un joven lobo y se lo llevó. Enseguida le enseñó como robar ovejas de los rebaños vecinos. Y el lobo, ya crecido y
demostrándose como un excelente alumno, dijo al pastor:
- Puesto que me has enseñado muy bien a robar, pon buena atención en tu vigilancia, o perderás parte de tu rebaño también.

Moraleja: Quien enseña a hacer el mal, tiene que cuidarse de sus propios discípulos.

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EL ASNO QUE CARGABA UNA IMAGEN

Una vez le correspondió a un asno cargar una imagen de un dios por las calles de una ciudad para ser llevada a un templo. Y por donde él
pasaba, la multitud se postraba ante la imagen.
El asno, pensando que se postraban en respeto hacia él, se erguía orgullosamente, dándose aires y negándose a dar un paso más.
El conductor, viendo su decidida parada, lanzó su látigo sobre sus espaldas y le dijo:
- ¡Oh, cabeza hueca, todavía no ha llegado la hora en que los hombres adoren a los asnos!

Moraleja: Nunca tomes como tuyos los méritos ajenos.

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