293 Cuentos de Esopo  

LA ZORRA Y EL LEÓN ANCIANO

Un anciano león, incapaz ya de obtener por su propia fuerza la comida, decidió hacerlo usando la astucia. Para ello se dirigió a una cueva y se tendió en el suelo, gimiendo y fingiendo que estaba enfermo. De este modo, cuando los otros animales pasaban para visitarle, los atrapaba inmediatamente para su comida.
Habían llegado y perecido ya bastantes animales, cuando la zorra, adivinando cuál era su ardid, se presentó también, y deteniéndose a prudente distancia de la caverna, preguntó al león cómo le iba con su salud.
- Claro que hubiera entrado - le dijo la zorra - si no viera que todas las huellas entran, pero no hay ninguna que llegara a salir.

Moraleja: Siempre advierte a tiempo los indicios del peligro, y así evitarás que te dañe.

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LA ZORRA Y EL CHIVO EN EL POZO

Cayó una zorra en un profundo pozo, viéndose obligada a quedar adentro por no poder alcanzar la orilla.
Llegó más tarde al mismo pozo un chivo sediento, y viendo a la zorra le preguntó si el agua era buena. Ella, ocultando su verdadero problema, se deshizo en elogios para el agua, afirmando que era excelente, e invitó al chivo a descender y probarla donde ella estaba.
Sin más pensarlo saltó el chivo al pozo, y después de saciar su sed, le preguntó a la zorra cómo harían para salir de allí.
Dijo entonces la zorra:
- Hay un modo, que sin duda es nuestra mutua salvación. Apoya tus patas delanteras contra la pared y alza bien arriba tus cuernos; luego yo subiré por tu cuerpo y una vez afuera, tiraré de ti.
Le creyó el chivo y así lo hizo con buen gusto, y la zorra trepando hábilmente por la espalda y los cuernos de su compañero, alcanzó a salir del pozo, alejándose de la orilla al instante, sin cumplir con lo prometido.
Cuando el chivo le reclamó la violación de su convenio, se volvió la zorra y le dijo:
- ¡Oye socio, si tuvieras tanta inteligencia como pelos en tu barba, no hubieras bajado sin pensar antes en cómo salir después!

Moraleja: Antes de comprometerte en algo, piensa primero si podrías salir de aquello, sin tomar en cuenta lo que te ofrezcan tus vecinos.

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EL CUERVO ENFERMO

Un cuervo que se encontraba muy enfermo dijo a su madre:
- Madre, ruega a los dioses por mí y ya no llores más.
La madre contestó:
- ¿Y cuál de todos, hijo mío, tendrá piedad de ti?. ¿Quedará alguno a quien aún no le hayas robado la carne?

Moraleja: No te llenes innecesariamente de enemigos, pues en momentos de necesidad no encontrarás un solo amigo.

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DIÓGENES Y EL CALVO

Diógenes, el filósofo cínico, insultado por un hombre que era calvo, replicó:
- ¡Los dioses me libren de responderte con insultos!. ¡Al contrario, alabo los cabellos que han abandonado ese cráneo pelado!

Moraleja: Si regalamos un insulto, no esperemos de regreso un regalo menor.

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EL NIÑO CIEGO Y SU MADRE

Un niño ciego de nacimiento, dijo una vez a su madre:
- ¡Yo estoy seguro de que puedo ver!
Y con el deseo de probarle a él su error, su madre puso delante de él unos granos de aromoso incienso y le preguntó:
- ¿Qué es eso?
El niño contestó:
- Una piedra.
A lo que su madre exclamó:
- Oh mi hijo, temo que no sólo estás ciego, sino que tampoco tienes olfato.

Moraleja: No nos engañemos creyendo que nuestras ilusiones son realidades, pues podríamos luego encontrar que nuestra situación era peor de lo supuesto.

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LA LECHERITA

La hija de un granjero llevaba un recipiente lleno de leche a vender al pueblo, y empezó a hacer planes futuros:
- Cuando venda esta leche, compraré trescientos huevos. Los huevos, descartando los que no nazcan, me darán al menos doscientos pollos. Los pollos estarán listos para mercadearlos cuando los precios de ellos estén en lo más alto, de modo que para fin de año tendré suficiente dinero para comprarme el mejor vestido para asistir a las fiestas donde todos los muchachos me pretenderán, y yo los valoraré uno a uno.
Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la vasija de leche al suelo, regando su contenido. Y así todos sus planes acabaron en un instante.

Moraleja: No te ilusiones con lo que aún no tienes.

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EL CAZADOR DE PÁJAROS Y EL ÁSPID

Un cazador de pájaros cogió la liga y las ramitas untadas y partió para la caza. En el camino vio a un tordo encaramado en un árbol elevado y se propuso cazarlo, para lo cual ajustó las varitas como suelen hacerlo y, mirando fijamente, concentró en el aire toda su atención. Mientras alzaba la cabeza, no advirtió que pisaba un áspid dormido, el cual, revolviéndose, le mordió. Y el cazador, sintiéndose morir, exclamó para sí:
- ¡Desdichado! Quise atrapar una presa, y no advertí que yo mismo me convertía en presa de la muerte.

Moraleja: Cuando pensamos en dañar a nuestro prójimo, sucede que nuestro mal viene en camino.

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LA RANA QUE DECÍA SER MÉDICO Y LA ZORRA

Gritaba un día una rana desde su pantano a los demás animales:
- ¡Soy médico y conozco muy bien todos los remedios para todos los males!
La oyó una zorra y le reclamó:
- ¿Cómo te atreves a anunciar ayudar a los demás, cuando tú misma cojeas y no te sabes curar?

Moraleja: Nunca proclames ser lo que no puedes demostrar con el ejemplo.

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LOS DOS RECIPIENTES

Arrastraba un río en sus aguas a dos recipientes, uno de barro cocido y otro de bronce. El de barro le dijo al de bronce:
- Por favor mantente a distancia de mí, pues si me tocas aunque sea suavemente, me haré pedazos. Y además, de ninguna manera deseo estar cerca de ti.

Moraleja: La amistad no se consolida fácilmente entre disímiles.

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LOS BUEYES Y EL EJE DE LA CARRETA

Arrastraban unos bueyes una carreta cuyo eje chirriaba ruidosamente.
Se volvieron los bueyes a la carreta diciendo:
- Oye amiga -, somos nosotros quienes llevamos la carga ¿y eres tú quien se queja?

Moraleja: En la vida encontrarás a muchos que se fingen cansados de ver trabajar a otros.

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Desde el 131 hasta el 140 de un total de 293 Cuentos de Esopo

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