293 Cuentos de Esopo  

EL SOL Y LAS RANAS

Llegó el verano y se celebraban las bodas del Sol. Se regocijaban todos los animales de aquel acontecimiento, faltando poco para que también las ranas fueran de la partida; pero una de ellas exclamó:
- ¡Insensatas! ¿Qué motivo tenéis para regocijaros? Ahora que es él solo, seca todos los pantanos; si toma mujer y tiene un hijo como él ¿qué nos quedará por sufrir?

Moraleja: Antes de celebrar un acontecimiento, primero ve sus futuras posibles consecuencias.

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EL NOGAL

Un nogal que había crecido al pie de un camino y al cual los caminantes herían a pedradas para tomar sus frutos, dijo para sí suspirando:
- ¡Infeliz de mí que por mi bondad todos los años me atraigo injurias y dolores!

Moraleja: Hay quienes pagan con mal hasta los mejores bienes recibidos. Seamos siempre agradecidos y no causemos daño.

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LA LANGOSTA DE MAR Y SU MADRE

- No andes atravesada y no roces tus costados contra la roca mojada, - decía una langosta marina a su hija -.
- Madre, - repuso ésta,- tú, que quieres instruirme, camina derecha y yo te miraré y te imitaré.

Moraleja: Antes de dar un consejo con tu palabra, primero dalo con tu ejemplo.

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DOS HOMBRES DISPUTANDO ACERCA DE LOS DIOSES

Se encontraban disputando dos hombres sobre cuál de los dioses, Hércules o Teseo era el más grande.
Pero los dioses, irritados contra ellos, se vengaron cada uno en el país del otro.

Moraleja: Cuando los inferiores disputan sobre sus superiores, no tardarán éstos en reaccionar contra ellos.

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EL CIEGO

Érase una vez un ciego muy hábil para reconocer al tacto cualquier animal al alcance de su mano, diciendo de qué especie era. Le
presentaron un día un lobezno, lo palpó y quedó indeciso.
- No acierto - dijo -, si es hijo de una loba, de una zorra o de otro animal de su misma cualidad; pero lo que sí sé es que no ha nacido para vivir en un rebaño de corderos.

Moraleja: La naturaleza de la maldad se puede notar en una sola de sus características.

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EL LABRADOR Y LA VÍBORA

Llegado el invierno, un labrador encontró una víbora helada de frío. Apiadado de ella, la recogió y la guardó en su pecho. Reanimada por el calor, la víbora, recobró sus sentidos y mató a su bienhechor, el cual, sintiéndose morir, exclamó:
- ¡Bien me lo merezco por haberme compadecido de un ser malvado!

Moraleja: No te confíes del malvado, creyendo que haciéndole un favor vas a cambiarle su naturaleza.

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LA ZORRA Y LA SERPIENTE

Se encontraba una higuera a la orilla de un camino, y una zorra vio junto a ella una serpiente dormida. Envidiando aquel cuerpo tan largo, y pensando
en que podría igualarlo, se echó la zorra a tierra al lado de la serpiente e intentó estirarse cuanto pudo.
Tanto esfuerzo hizo, hasta que al fin, por vanidosa, se reventó.

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LAS LIEBRES Y LAS RANAS

Se reunieron un día las liebres y se lamentaban entre sí de llevar una vida tan precaria y temerosa, pues, en efecto, ¿No eran víctimas de los hombres, de los perros, de las águilas, y otros muchos animales? ¡Más valía morir de una vez que vivir en el terror!
Tomada esta resolución, se lanzaron todas al mismo tiempo a un estanque para morir en él ahogadas.
Pero las ranas, que estaban sentadas alrededor del estanque, en cuanto oyeron el ruido de su carrera, saltaron asustadas al agua. Entonces una de las liebres, la que parecía más inteligente que las demás, dijo:
- ¡Alto compañeras! ¡No hay que apurarse tanto, pues ya veis que aún hay otros más miedosos que nosotras!

Moraleja: El consuelo de los desgraciados es encontrar y ver a otros en peores condiciones.

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EL PERRO Y EL COCINERO

Preparó un hombre una cena en honor de uno de sus amigos y de sus familiares. Y su perro invitó también a otro perro amigo.
- Ven a cenar a mi casa conmigo - le dijo.
Y llegó el perro invitado lleno de alegría. Se detuvo a contemplar el gran festín, diciéndose a sí mismo:
-¡Qué suerte tan inesperada! Tendré comida para hartarme y no pasaré hambre por varios días.
Estando en estos pensamientos, meneaba el rabo como gran viejo amigo de confianza. Pero al verlo el cocinero moviéndose alegremente de allá para acá, lo cogió de las patas y sin pensarlo más, lo arrojó por la ventana. El perro se volvió lanzando grandes alaridos, y encontrándose en el camino con otros perros, estos le preguntaron:
- ¿Cuánto has comido en la fiesta, amigo?
- De tanto beber, - contestó - tanto me he embriagado, que ya ni siquiera sé por donde he salido.

Moraleja: No te confíes de la generosidad que otros prodigan con lo que no les pertenece.

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EL CERDO Y LOS CARNEROS

Se metió un cerdo dentro de un rebaño de carneros, y pacía con ellos. Pero un día lo capturó el pastor y el cerdo se puso a gruñir y forcejear.
Los carneros lo regañaban por gritón diciéndole:
- A nosotros también nos echa mano constantemente y nunca nos quejamos.
- Ah sí - replicó el cerdo -, pero no es con el mismo fin. A ustedes les echan mano por la lana, pero a mí es por mi carne.

Moraleja: Perder lo recuperable no nos debe preocupar, pero sí el perder lo que es irreparable.

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