293 Cuentos de Esopo
EL LEÓN Y EL MOSQUITO VOLADOR
Un mosquito se acercó a un león y le dijo:
- No te temo, y además, no eres más fuerte que yo. Si crees lo contrario, demuéstramelo. ¿Que arañas con tus garras y muerdes con tus dientes? ¡Eso también lo hace una mujer defendiéndose de un ladrón!. Yo soy más fuerte que tú, y si quieres, ahora mismo te desafío a combate.
Y haciendo sonar su zumbido, cayó el mosquito sobre el león, picándole repetidamente alrededor de la nariz, donde no tiene pelo.
El león empezó a arañarse con sus propias garras, hasta que renunció al combate. El mosquito victorioso hizo sonar de nuevo su zumbido; y sin darse cuenta, de tanta alegría, fue a enredarse en una tela de araña.
Al tiempo que era devorado por la araña, se lamentaba de que él, que luchaba contra los más poderosos venciéndolos, fuese a perecer a manos de un insignificante animal, la araña.
Moraleja: No importa que tan grandes sean los éxitos en tu vida, cuida siempre que la dicha por haber obtenido uno de ellos, no lo arruine todo.
EL PERRO Y EL CARNICERO
Un perro se metió en una carnicería y, dándose cuenta de que el carnicero estaba muy ocupado atendiendo a sus clientes, agarró con los dientes un pedazo de carne y huyó corriendo. El carnicero, reaccionando cuando ya era tarde, gritó:
- ¡Oye tú!, allí donde me encuentre contigo, no dejaré de mirarte!
Moraleja: Prevenir es mejor que curar.
AFRODITA Y LA GATA
Se había enamorado una gata de un hermoso joven, y rogó a Afrodita que la hiciera mujer. La diosa, compadecida de su deseo, la transformó en una bella doncella, y entonces el joven, prendado de ella, la invitó a su casa.
Estando ambos descansando en la alcoba nupcial, quiso saber Afrodita si al cambiar de ser a la gata había mudado también de carácter, por lo que soltó un ratón en el centro de la alcoba.
Olvidándose la gata de su condición presente, se levantó del lecho y persiguió al ratón para comérselo. Entonces la diosa, indignada, la volvió a su original estado.
Moraleja: El cambio de estado de una persona, no la hace cambiar de sus instintos.
EL JARDINERO Y LAS HORTALIZAS
Una vez un chico que paseaba por un pueblo se asomó a un jardín, donde un jardinero realizaba su labor. El chaval, curioso por naturaleza, le preguntó al jardinero si sabía porqué en general las legumbres silvestres crecían mucho más firmes y bonitas que las que se cultivaban.
- Pues eso depende - contestó el jardinero -, porque para algunos como yo la tierra es una dedicada madre, mientras que para otros es tan solo una descuidada madrastra.
Moraleja: El resultado de una labor depende del interés que uno le ponga.
LA ZORRA Y EL CHIVO EN EL POZO
Cayó una zorra en un profundo pozo, viéndose obligada a quedar adentro por no poder alcanzar la orilla.
Llegó más tarde al mismo pozo un chivo sediento, y viendo a la zorra le preguntó si el agua era buena. Ella, ocultando su verdadero problema, se deshizo en elogios para el agua, afirmando que era excelente, e invitó al chivo a descender y probarla donde ella estaba.
Sin más pensarlo saltó el chivo al pozo, y después de saciar su sed, le preguntó a la zorra cómo harían para salir de allí.
Dijo entonces la zorra:
- Hay un modo, que sin duda es nuestra mutua salvación. Apoya tus patas delanteras contra la pared y alza bien arriba tus cuernos; luego yo subiré por tu cuerpo y una vez afuera, tiraré de ti.
Le creyó el chivo y así lo hizo con buen gusto, y la zorra trepando hábilmente por la espalda y los cuernos de su compañero, alcanzó a salir del pozo, alejándose de la orilla al instante, sin cumplir con lo prometido.
Cuando el chivo le reclamó la violación de su convenio, se volvió la zorra y le dijo:
- ¡Oye socio, si tuvieras tanta inteligencia como pelos en tu barba, no hubieras bajado sin pensar antes en cómo salir después!
Moraleja: Antes de comprometerte en algo, piensa primero si podrías salir de aquello, sin tomar en cuenta lo que te ofrezcan tus vecinos.
EL NIÑO CIEGO Y SU MADRE
Un niño ciego de nacimiento, dijo una vez a su madre:
- ¡Yo estoy seguro de que puedo ver!
Y con el deseo de probarle a él su error, su madre puso delante de él unos granos de aromoso incienso y le preguntó:
- ¿Qué es eso?
El niño contestó:
- Una piedra.
A lo que su madre exclamó:
- Oh mi hijo, temo que no sólo estás ciego, sino que tampoco tienes olfato.
Moraleja: No nos engañemos creyendo que nuestras ilusiones son realidades, pues podríamos luego encontrar que nuestra situación era peor de lo supuesto.
LA LECHERITA
La hija de un granjero llevaba un recipiente lleno de leche a vender al pueblo, y empezó a hacer planes futuros:
- Cuando venda esta leche, compraré trescientos huevos. Los huevos, descartando los que no nazcan, me darán al menos doscientos pollos. Los pollos estarán listos para mercadearlos cuando los precios de ellos estén en lo más alto, de modo que para fin de año tendré suficiente dinero para comprarme el mejor vestido para asistir a las fiestas donde todos los muchachos me pretenderán, y yo los valoraré uno a uno.
Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la vasija de leche al suelo, regando su contenido. Y así todos sus planes acabaron en un instante.
Moraleja: No te ilusiones con lo que aún no tienes.
EL CAZADOR DE PÁJAROS Y EL ÁSPID
Un cazador de pájaros cogió la liga y las ramitas untadas y partió para la caza. En el camino vio a un tordo encaramado en un árbol elevado y se propuso cazarlo, para lo cual ajustó las varitas como suelen hacerlo y, mirando fijamente, concentró en el aire toda su atención. Mientras alzaba la cabeza, no advirtió que pisaba un áspid dormido, el cual, revolviéndose, le mordió. Y el cazador, sintiéndose morir, exclamó para sí:
- ¡Desdichado! Quise atrapar una presa, y no advertí que yo mismo me convertía en presa de la muerte.
Moraleja: Cuando pensamos en dañar a nuestro prójimo, sucede que nuestro mal viene en camino.
LA RANA QUE DECÍA SER MÉDICO Y LA ZORRA
Gritaba un día una rana desde su pantano a los demás animales:
- ¡Soy médico y conozco muy bien todos los remedios para todos los males!
La oyó una zorra y le reclamó:
- ¿Cómo te atreves a anunciar ayudar a los demás, cuando tú misma cojeas y no te sabes curar?
Moraleja: Nunca proclames ser lo que no puedes demostrar con el ejemplo.
LOS DOS RECIPIENTES
Arrastraba un río en sus aguas a dos recipientes, uno de barro cocido y otro de bronce. El de barro le dijo al de bronce:
- Por favor mantente a distancia de mí, pues si me tocas aunque sea suavemente, me haré pedazos. Y además, de ninguna manera deseo estar cerca de ti.
Moraleja: La amistad no se consolida fácilmente entre disímiles.
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