Charles Baudelaire 

EL VIAJE

I

Para el niño, enamorado de mapas y estampas,
El universo es igual a su vasto apetito.
¡Ah! ¡Cuan grande es el mundo a la claridad de las lámparas!
¡Para las miradas del recuerdo, el mundo qué pequeño!

Una mañana zarpamos, la mente inflamada,
El corazón desbordante de rencor y de amargos deseos,
Y nos marchamos, siguiendo el ritmo de la onda
Meciendo nuestro infinito sobre el confín de los mares.

Algunos, dichosos al huir de una patria infame;
Otros, del horror de sus orígenes, y unos contados,
Astrólogos sumergidos en los ojos de una mujer,
La Circe tiránica de los peligrosos perfumes.

Para no convertirse en bestias, se embriagan
De espacio y de luz, y de cielos incendiados;
El hielo que los muerde, los soles que los broncean,
Borran lentamente la huella de los besos.

Pero los verdaderos viajeros son los únicos que parten
Por partir; corazones ligeros, semejantes a los globos,
De su fatalidad jamás ellos se apartan,
Y, sin saber por qué, dicen siempre: ¡Vamos!

¡Son aquellos cuyos deseos tienen forma de nubes,
Y que como el conscripto, sueñan con el cañón,
En intensas voluptuosidades, mutables, desconocidas,
Y de las que el espíritu humano jamás ha conocido el nombre!


II

Imitamos ¡horror! al trompo y la pelota
En su danza y sus saltos; hasta en nuestros sueños
La Curiosidad nos atormenta y nos envuelve,
Como un Ángel cruel que fustigará soles.

¡Singular fortuna en la que el final se desplaza,
Y no estando en parte alguna, puede hallarse por doquier!
¡Donde el Hombre, que jamás la esperanza abandona,
Para lograr el reposo corre siempre como un loco!

Nuestra alma es nave de tres palos buscando su Icaria;
Una voz resuena en el puente: "¡Atención!"
Una voz desde la cofa, ardiente y loca, clama:
"¡Amor... gloria... felicidad!" ¡Infierno! ¡Es un escollo!

Cada islote señalado por el vigía
Es un El dorado prometido por el Destino;
La imaginación, que acucia su orgía
No halla más que un arrecife al amanecer.

¡Oh, el infeliz enamorado de tierras quiméricas!
¿Habrá que engrillar y arrojar al mar,
A este marinero borracho, inventor de Américas
Para el cual el espejismo toma el remolino más amargo?

Como el viejo vagabundo, chapaleando en el lodo
Sueña, husmeando en el aire, brillantes paraísos;
Su mirada hechizada descubre una Capúa
En cuanto lugar la candela alumbra un tugurio.


III

¡Asombrosos viajeros! ¡Qué nobles relatos
Leemos en vuestros ojos profundos como los mares!
Mostradnos los joyeros de vuestras ricas memorias,
Esas alhajas maravillosas, hechas de astros y de éter.

¡Deseamos viajar sin vapor y sin velas!
Para ahuyentar el tedio de nuestras prisiones,
Haced desfilar nuestros espíritus, tensos como un lienzo,
Vuestros recuerdos enmarcados por horizontes.

Decid, ¿qué habéis visto?


IV

"Hemos visto astros
Y olas; hemos visto playas además;
Y, malgrado muchos choques e imprevistos desastres,
Nos hemos hastiado, a menudo, como aquí.

El esplendor del sol sobre el mar violáceo,
El esplendor de las ciudades en el sol poniente,
Encendían en nuestros corazones el impulso inquietante
De sumergirnos en el cielo con su reflejo fascinante.

Las más ricas ciudades, los más amplios paisajes,
Jamás contenían el atractivo misterioso
De aquellos que el azar forma con las nubes.
¡Y siempre el deseo nos tornaba inquietos!

—El gozo acrecienta del deseo la fuerza.
¡Deseo, viejo árbol, al cual el placer sirviéndole de abono,
Entretanto acrecienta y endurece tu corteza,
Tus ramas quieren ver el sol de más cerca!

¿Crecerás siempre, gran árbol, más vivaz
Que el ciprés? —Sin embargo, nosotros, con cuidado,
Recogimos algunos croquis para vuestro álbum voraz,
¡Hermanos que encontráis bello todo cuanto viene de lejos!

Hemos saludado ídolos engañosos;
Tronos constelados de joyas luminosas;
Palacios adornados cuya feérica pompa
Sería para vuestros banqueros un sueño ruinoso;

Vestimentas que son para la vista una embriaguez;
Mujeres cuyos dientes y las uñas están pintados,
Y juglares sabios que la serpiente acaricia."


V

Y después, y después. ¿Todavía, qué más?


VI

"¡Oh, cerebros infantiles!"

Para no olvidar el tema capital,
Hemos visto en todas partes, y sin haberlo buscado,
Desde arriba hasta abajo la escala fatal,
El espectáculo enojoso del inmortal pecado:

La mujer, esclava vil, orgullosa y estúpida,
Sin reír extasiándose y adorándose sin repugnancia;
El hombre, tirano goloso, lascivo, duro y ávido,
Esclavo de la esclava y arroyo en la cloaca;

El verdugo que goza, el mártir que solloza;
La fiesta que sazona y perfuma la sangre;
El veneno del poder enervando al déspota,
Y el pueblo amoroso del látigo embrutecedor;

Muchas religiones semejantes a la nuestra,
Todas escalando el cielo; la Santidad,
Cual un lecho de plumas donde un refinado se revuelca,
En los clavos y la cerda, buscando la voluptuosidad;

La Humanidad habladora, ebria de su genialidad,
Y enloquecida, hoy como lo estaba ayer,
Clamando a Dios, en su furibunda agonía:
"¡Oh, mi semejante, oh mi señor, yo te maldigo!"

Y los menos necios, atrevidos amantes de la Demencia,
Huyendo del gran rebaño acorralado por el Destino,
Refugiándose en el opio inconmensurable!
—Tal es del globo entero el eterno boletín."


VII

¡Amargo sabor, aquel que se extrae del viaje!
El mundo, monótono y pequeño, en el presente,
Ayer, mañana, siempre, nos hace ver nuestra imagen;
Un oasis de horror en un desierto de tedio!

¿Es menester partir? ¿Quedarse? Si te puedes quedar, quédate;
Parte, si es menester. Uno corre, el otro se oculta
Para engañar ese enemigo vigilante y funesto,
¡El Tiempo! El pertenece, a los corredores sin respiro,

Como el Judío Errante y como los apóstoles,
A quien nada basta, ni vagón ni navío,
Para huir de este retiro infame; y aun hay otros
Que saben matarlo sin abandonar su cuna.

Cuando, finalmente, él ponga su planta sobre nuestro espinazo,
Podremos esperar y clamar: ¡Adelante!
Lo mismo que otras veces, cuando zarpamos para la China,
Con la mirada hacia lo lejos y los cabellos al viento,

Nos embarcaremos sobre el mar de las Tinieblas
Con el corazón gozoso del joven pasajero.
Escucháis esas voces, embelesadoras y fúnebres,
Que cantan: "¡Por aquí! vosotros que queréis saborear

¡El Loto perfumado! Es aquí donde se cosechan
Los frutos milagrosos que vuestro corazón apetece;
Acudid a embriagaros con la dulzura extraña
De esta siesta que jamás tiene fin!"

Por el acento familiar barruntamos al espectro;
Nuestros Pilades, allá, nos tienden sus brazos.
"¡Para refrescar tu corazón boga hacia tu Electra!"
Dice aquella a la que en otros días besábamos las rodillas.


VIII

¡Oh, Muerte, venerable capitana, ya es tiempo! ¡Levemos el ancla!
Esta tierra nos hastía, ¡oh, Muerte! ¡Aparejemos!
¡Si el cielo y la mar están negros como la tinta,
Nuestros corazones, a los que tú conoces, están radiantes!

¡Viértenos tu veneno para que nos reconforte!
Este fuego tanto nos abraza el cerebro, que queremos
Sumergirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?
¡Hasta el fondo de lo Desconocido, para encontrar lo nuevo!

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LA FATALIDAD POSEE UNA CIERTA ELASTICIDAD...

La fatalidad posee una cierta elasticidad que se suele llamar libertad humana.

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CONVERSACIÓN

¡Eres un bello cielo de otoño, claro y rosa!
Pero en mí, la tristeza asciende como el mar,
Y en su reflujo deja en mis cansados labios,
El punzante recuerdo de sus limos amargos.

-Se desliza tu mano por mi agotado pecho;
Lo que ella en vano busca, es un hueco asolado
Por las feroces garras que esconde la mujer.
Mi corazón no busques, fue pasto de las fieras.

Ahora es como un palacio saqueado por las turbas,
Donde beben, se matan, se arrancan los cabellos.
-Flota un perfume en torno de tu desnudo cuello!...

¡Tú lo quieres, Belleza, flagelo de las almas!
Con tus ojos de fuego, como fiestas lujosas,
¡Calcina esos despojos que evitaron las fieras!

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EL AMOR ENGAÑOSO

Cuando te veo cruzar, oh mi amada indolente,
Paseando el hastío de tu mirar profundo,
Suspendiendo tu paso tan armonioso y lento
Mientras suena la música que se pierde en los tejados.

Cuando veo, en el reflejo de la luz que la acaricia,
tu frente coronada de un mórbido atractivo;
donde las luces últimas del sol traen a la aurora,
y, como los de un cuadro, tus fascinantes ojos.

Me digo: ¡qué bella es! ¡qué lozanía extraña!
El ornado recuerdo, pesada y regia torre,
la corona, y su corazón, prensado como fruta,
y su cuerpo, están prestos para el más sabio amor.

¿Serás fruto que en otoño da maduros sabores?
¿Vaso fúnebre que aguarda ser colmado por las lágrimas?
¿Perfume que hace soñar en aromas desconocidos,
Almohadón acariciante o canasto de flores?

Sé que hay ojos arrasados por la cruel melancolía
Que no guardan escondido ningún precioso secreto,
Bellos arcones sin joyas, medallones sin reliquias;
más vacíos y más lejanos, ¡oh cielos!, que esos dos ojos tuyos.

Pero ¿no basta que seas la más sutil apariencia,
alegrando al corazón que huye de la verdad?
¿Qué más da tontería en ti, o peor aún, la indiferencia?
Te saludo adorno o máscara. Sólo adoro tu belleza.

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DIOS CREÓ AL GATO PARA QUE...

Dios creó al gato para que el hombre pudiera acariciar al león.

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A LA QUE ES DEMASIADO ALEGRE

Tu cabeza, tu gesto, tu aire
Como un bello paisaje, son bellos;
Juguetea en tu cara la risa
Cual fresco viento en claro cielo.

El triste paseante al que rozas
Se deslumbra por la lozanía
Que brota como un resplandor
De tus espaldas y tus brazos.

El restallante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.

Tus locos trajes son emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loca que me has enloquecido,
Tanto como te odio te amo.

Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi atonía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;

Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la Naturaleza.

Así, yo quisiera una noche,
Cuando la hora del placer llega,
Trepar sin ruido, como un cobarde,
A los tesoros que te adornan,

A fin de castigar tu carne,
De magullar tu seno absuelto
Y abrir a tu atónito flanco
Una larga y profunda herida.

Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana.

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128. LA DESTRUCCIÓN

A mi lado sin tregua el Demonio se agita;
En torno de mi flota como un aire impalpable;
Lo trago y noto cómo abrasa mis pulmones
De un deseo llenándolos culpable e infinito.

Toma, a veces, pues sabe de mi amor por el Arte,
De la más seductora mujer las apariencias,
y acudiendo a especiosos pretextos de adulón
Mis labios acostumbra a filtros depravados.

Lejos de la mirada de Dios así me lleva,
Jadeante y deshecho por la fatiga, al centro
De las hondas y solas planicies del Hastío,

Y arroja ante mis ojos, de confusión repletos,
Vestiduras manchadas y entreabiertas heridas,
¡Y el sangriento aparato que en la Destrucción vive!

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ESTA VIDA ES UN HOSPITAL EN...

Esta vida es un hospital en el que cada enfermo está poseído por el deseo de cambiar de cama.

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¡YO SOY LA HERIDA Y EL...

¡Yo soy la herida y el cuchillo!.

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EL AMOR ES UN CRIMEN QUE...

El amor es un crimen que no puede realizarse sin cómplice.

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Desde el 1 hasta el 10 de un total de 34 obras de Charles Baudelaire

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