4 Poemas de Ana Rossetti
CREÍ QUE TE HABÍAS MUERTO...
Creí que te habías muerto, corazón mío,
en Junio.
Creí que, definitivamente, te habías muerto:
sí, lo creí.
Que, después de haber esparcido el revoloteo púrpura
de tu desesperación, como una alondra caíste en el
alféizar; que te extinguiste como el fulgor atemorizado
de un espectro; que como una cuerda tensa te rompiste,
con un chasquido seco y terminante.
Creí que, acorralado por tus desvaríos, traicionado por
los todavías, alcanzado por las evidencias, exhausto,
abatido, habías sido derribado al fin.
Y contigo, se desvanecieron los engarces entre
sentimientos, imágenes, suposiciones y pruebas.
Se me fueron abriendo las costuras de la memoria: ya
me estaba acostumbrando a vivir sin ti.
Pero tus fragmentos estallados se han ido
buscando, encontrando, cohesionándose como gotas de
mercurio, sin cicatriz ni señal.
Y ahí estás, otra vez inocente, sin acusar enmienda ni
escarmiento, guiando, dirigiendo, adentrando en ti el
peligro, como si fueras invulnerable o sabio, como si,
recién nacido apenas, ya fueras capaz de distinguir, en
el mellado filo del clavel,
la espada
DIOTIMA A SU MUY APLICADO DISCÍPULO
"El placer es el mejor de los cumplidos."
Coco Chanel
El más encantador instante de la tarde
tras el anaranjado visillo primorosa.
Y en la mesita el té
y un ramillete, desmayadas rosas,
y en la otomana de rayada seda,
extendida la falda, asomando mi pie
provocativo, aguardo a que tú avecines
a mi cuello, descendiendo la mirada
por el oscuro embudo de mi escote,
ahuecado a propósito. Sonrójome
y tus dedos inician meditadas cautelas
por mi falda; demoran en los profundos túneles
del plisado y recorren las rizadas estrellas
del guipur. Apresúrate, ven, recibe estos pétalos
de rosas, pétalos como muslos
de impolutas vestales, velados. Que mi boca
rebose en sus sedosos trozos, tersos y densos
cual labios asomados a mis dientes
exigiendo el mordisco. Amordázate,
el jadeo de tu alto puñal, y sea tu beso
heraldo de las flores. Apresúrate,
desanuda las cintas, comprueba la pendiente
durísima del prieto seno, míralo, tócalo
y en sus tiesos pináculos derrama tu saliva
mientras siento, en mis piernas, tu amenaza.
INCONFESIONES DE GILLES DE RAIS
"...se hallaba tendido en una chaisse-longue, y tenía en
su blanca mano una rosa sin perfume."
O. Mirebau
Es tan adorable introducirme
en su lecho, y que mi mano viajera
descanse, entre sus piernas, descuidada,
y al desenvainar la columna tersa
-su cimera encarnada y jugosa
tendrá el sabor de las fresas, picante-
presenciar la inesperada expresión
de su anatomía que no sabe usar,
mostrarle el sonrosado engarce
al indeciso dedo, mientras en pérfidas
y precisas dosis se le administra audacia.
Es adorable pervertir
a un muchacho, extraerle del vientre
virginal esa rugiente ternura
tan parecida al estertor final
de un agonizante, que es imposible
no irlo matando mientras eyacula.
EL JARDÍN DE TUS DELICIAS
Flores, pedazos de tu cuerpo;
me reclamo su savia.
Aprieto entre mis labios
la lacerante verga del gladiolo.
Cosería limones a tu torso,
sus durísimas puntas en mis dedos
como altos pezones de muchacha.
Ya conoce mi lengua las más suaves estrías de tu oreja
y es una caracola.
Ella sabe a tu leche adolescente,
y huele a tus muslos.
En mis muslos contengo los pétalos mojados
de las flores. Son flores pedazos de tu cuerpo.
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