11 Poemas de Francisco Pino
LOS OTROS OJOS
Mirar, pero no ver,
colocar otros ojos,
quizá los de aquel niño
que viejísimo mira.
Unos ojos perdidos
y hallados a diario
ciegos como ese río
que viejísimo mira.
Mirar es eso mismo,
un dolor, quizá un agua
que no ve y que, reciente,
qué viejísima mira.
PERFECCIÓN
Esa nube fue y se fue.
¡Qué limpio ha dejado el aire
la pureza de ese ser
que existió para negarse!
NO LAS OYES
No las oyes
aunque corren...
(¿Llevan envueltos
sus pies en flores?)
No las oyes
aunque cantan...
(¿Llevas envuelta
su voz en alma?)
No las oyes
aunque gritan...
Callan sus lenguas.
¡Voz infinita!
AUSENCIA
Solitario campo.
Me encuentro conmigo.
Soy mi descampado.
Solitario cielo.
Me encuentro conmigo.
Soy mi desanhelo.
Solitario alud.
Me encuentro conmigo.
Soy mi multitud.
LENGUAJE
¿Dónde está la voz del aire?
Tú la escuchas. Es silencio.
Sus palabras son las nubes,
la luz y el viento sus verbos.
SÍMBOLO
Te adoro nube porque eres
símbolo mío en la tarde,
púrpura que acaba en nieve,
nieve que acaba en el aire...
¡nada entre tanto combate!
Sangre que afluye a las sienes,
sienes que en sueño se abaten...
-¿Quién te venció sin rehenes?
ESTA TIERRA
No me busques en los montes
por altos que sean,
ni me busques en el mar
por grande que te parezca.
Búscame aquí, en esta tierra
llana, con puente y pinar,
con almena y agua lenta,
donde se escucha volar
aunque el sonido se pierda...
EL PECHO
Aquí cesa el clamor; ya nada canta.
Aquí el silencio su contorno imprime.
Sólo el pecho, nevado y tan sublime,
de pie puede servir a la garganta.
Ya, como con las albas, se levanta,
o, como con las tardes, se deprime;
su femenino día nos encanta;
con su esplendor de oscuridad redime.
El ritmo de lo humano él lo condensa,
cofre es de aquello que la mente piensa,
donde la eternidad se guarda breve.
Si el corazón se ofrece en esa altura,
respire en esa cima la ternura,
mitíguese mi ardor sobre esa nieve.
EL SONETO ES TAN ÁGIL COMO UN BRINCO...
El soneto es tan ágil como un brinco;
brinco de corazón o catarata
despeñada en un tiempo que delata
el deseo del curso hacia un ahínco
de no ser y de estar. En él afinco,
en vuelo, la ilusión más inmediata,
y así, en el mismo olvido, me retrata
desvanecido allí donde me hinco.
Alma de espuma y cuerpo de suspiro,
tomar pretende en mármol el respiro
como lo quiere el río en ese salto
blanquísimo, sonoro, ardiente y frío...
Mas sólo en el pasar mantiene el brío
y habrá de ser su piedra el sobresalto.
LOS PIES
Milagros de cristal, ciegos delirios
en rubios mares de fervor mojados,
rocíos de la aurora coagulados
en párpados de luz, silentes irios.
Broches del cielo, presurosos lirios
donde acaban dos ríos nacarados;
de plumas y de pétalos candados
para cerrar caricias y martirios.
Sellos blancos que firman tu figura,
llaves rosadas, rúbricas de albura:
¡oh dos recuerdos de ala disecados!
Aquí están, versos míos, rosas tuyas,
para siempre tenerte y que no huyas,
por la misma esperanza atenazados.
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