10 Poemas de Jorge Robledo Ortiz
RECUERDO
Te recuerdo en el llanto y en la risa;
en la estrella, en el verso y en la rosa;
en la opulenta copa que rebosa
y en el trozo de pan que se precisa.
En la luz que gastó la mariposa
para ser mariposa y no ser brisa;
en la tranquilidad que se improvisa
y en la diaria inquietud que nos acosa.
En la noche que sube hasta la frente;
en el cielo que alfombra cada fuente
y en el cielo ensatado en la oración;
en la angustia que rige cada paso;
en el rojo cansancio del ocaso,
y en el cansancio de mi corazón.
YA NO MÁS CORAZÓN
Ya no más, corazón, te he permitido
que la quieras sin tiempo y sin medida,
que bordes tu esperanza inadvertida
al ruedo juguetón de tu vestido.
Ya no más, corazón. ¿No has comprendido
que ella no quiere entrar en nuestra vida?
Si eras tan débil en la despedida,
corazón, no debiste haber querido.
Te advertí, corazón, que era inasible,
que no adoraras tanto un imposible
para que no sufrieras su desdén.
No me creíste, corazón cobarde,
y hoy ya comprendes demasiado tarde
que yo te lo decía por tu bien.
FATIGA
Ya no te quiero tanto. Poco a poco
mataste la ansiedad de tu cariño,
y el alma atormentada de aquel loco
vuelve otra vez a ser alma de niño.
Presiento el reventar de otra quimera,
describe un semicírculo el poniente,
y la esperanza de otra primavera
promete al corazón otra simiente.
Enflora la ilusión, el alma espiga.
Agonizan la angustia y la fatiga.
En las pupilas se detiene el llanto,
y una voz interior me va diciendo,
que aunque sigo tu imagen bendiciendo,
estoy dejando de quererte tanto.
SIMPLEMENTE
Nos dijimos adiós.
La tarde estaba
llorando nuestra despedida.
Nos dijimos adiós tan simplemente
que pasó nuestra pena inadvertida.
No hubo angustia en tus ojos
ni en mis ojos.
No hubo un gesto en tu boca
ni en la mía.
Y, no obstante, en el cruce de las manos
calladamente te dejé la vida.
Fuiste valiente con tu indiferencia
y fui valiente con mi hipocresía,
nos separamos como dos extraños
cuando toda la sangre nos unía.
Pero tuvo que ser
y fue mi llanto,
sin una escena ni una cobardía.
Tú te fuiste pensando en el olvido
y yo pensando en la melancolía.
Hoy sólo resta de esa vieja tarde
un recuerdo,
una fecha
y una rima.
Así, sencillamente nos jugamos
el corazón en una despedida...
QUÉ HORRIBLE ES EL OLVIDO
¡Qué horrible es el olvido!
Es mejor la nostalgia
con su anillo de llanto
ciñendo el corazón.
Cuando hablamos de "ella"
sin sentir que morimos,
ya no vale la pena
nuestra inútil canción.
¡Qué horrible es el olvido!
Ver la mujer amada
y no sentir que el alma
se curva de dolor.
Cuando cerca a su nombre
ignoramos la espina,
ya no vale la pena
nuestra estéril canción.
¡Qué horrible es el olvido!
Saber que la quisimos
y que sigue en la sangre
sin producir dolor.
Cuando nos resignamos
a vivir con su ausencia,
es porque ha envejecido
por dentro el corazón.
Y entonces, ya la vida
no vale una canción.
SIEMPRE TÚ
Entre el mínimo incendio de la rosa
y la máxima ausencia del lucero,
se quedó tu recuerdo prisionero
viviendo en cada ser y en cada cosa.
Te recuerdo en la cita milagrosa
que se dan la mañana y el jilguero,
y en el aire, traslúcido tablero
donde escribe en color la mariposa.
Todo me habla de ti. Sobre la brisa
persiste la nostalgia de tu risa
como una dulce música remota.
En los labios tu nombre me florece,
y al saberte lejana, me parece
que me bebo tu ausencia gota a gota.
VÁMONOS CORAZÓN
Vámonos, corazón, hemos perdido,
ya nunca espigarán tus ilusiones.
Recoge tu esperanza y tus canciones
y partamos en busca del olvido.
Vámonos, corazón, ya tu latido
sólo podrá contar renunciaciones.
Guarda su nombre con tus oraciones
y si debes sangrar, sangra escondido.
Vámonos, corazón, tu fe no existe.
Al fin y al cabo tu naciste triste
y triste en cualquier puerto morirás.
Vámonos, corazón, ya no la esperes.
Bendice su recuerdo si así quieres,
pero marchemos sin mirar atrás.
ESPERA
Te esperé con la sangre detenida
sobre el silencio en ascuas de tu ausencia.
Te esperé soportando la existencia
como un lebrel al pie de tu partida.
Te esperé casi al borde de la herida
y a dos pasos no más de la demencia.
Te esperé en la angustiosa transparencia
de aquella noche en el reloj vencida.
Pero qué inútil la mortal espera:
Sin pensarlo cité la primavera
cuando el invierno helaba mis rosales.
Y hoy que casi olvidaba tu presencia,
me estoy enamorando de tu ausencia
a través de mis propios madrigales.
MATERNIDAD
Un arrullo de sangre por las venas.
Un cansancio de luz en las pupilas,
un escozor de ala en las axilas
y en la carne un preludio de azucenas.
Un lento madurar de horas y penas,
sordo río de noches intranquilas,
y en el simple silencio en que te exilias,
buscar los senos y encontrar colmenas.
Sentir más cerca la razón del nido.
Pulsar toda la espera en un latido,
analizar la curva en las corolas,
y escuchar que tu angustia se convierte
en un llanto que triunfa de la muerte
sobre un encendimiento de amapolas.
SIMPLICIDAD
Es tan humano este dolor que siento.
Esta raíz sin tallo florecido.
Este recuerdo anclado al pensamiento
y por toda la sangre repetido,
que ya ni me fatiga el vencimiento
ni me sangra el orgullo escarnecido,
mi corazón se acostumbró al tormento
de perder la mitad de su latido.
Ya mi rencor no exige la venganza,
aprendí a perdonar toda esperanza
como un bello pecado original.
Llevo en las manos tantas despedidas,
y en lo que fue el amor tantas heridas,
que me he tornado un hombre elemental.
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