5 Cuentos de José Joaquín Fernández de Lizardi
LA TORTUGA Y LA HORMIGA
En un pozo, una Tortuga
a cierta Hormiga decía:
-En este mísero invierno,
dime ¿qué comes, amiga?
- Cómo trigo, le responde,
y maíz y otras semillas,
de las que dejo en otoño
mis bodegas bien provistas.
-¡Ay! ¡dichosa tú! exclamaba
la Tortuga, muy fruncida:
¡Qué buena vida te pasas!
¡Qué bien te tratas, vecina!
Mientras yo ¡pobre de mí!
en este pozo metida
todo el año, apenas como
una que otra sabandija.
-Pero en ese largo tiempo
¿qué haces?, pregunta la Hormiga.
y la Tortuga responde:
-Yo, a la verdad, día por día
me estoy durmiendo en el fondo
de este pantano o sentina,
y es raro verme, en el suelo
arrastrando la barriga.
-Pues entonces no te quejes,
le contesta la Hormiguilla,
de las hambres que padeces,
ni de tu suerte mezquina;
porque es ley muy natural,
al mismo hombre prevenida,
que al ser que nunca trabaja,
la penuria lo persiga.
LA PALOMA, EL CUERVO Y EL CAZADOR
Se hizo amiga de un Cuervo una Paloma,
y algún tiempo después tan bien graznaba,
que, al oírla sin verla, era forzoso
que todos por un cuervo la tomaran.
Fue tal su aplicación, que en breve plazo
a robar aprendió con arte y maña.
¡No es raro! ¡ya se ve! con tal maestro
debió salir muy hábil la oficiala.
Muchos granos de trigo, uno por uno,
de cualquier sementera se robaba;
y hurtó tanto, que al fin los labradores
cansados, acordaron atraparla .
Ella, que sus ardides no conoce.
cayó indefensa en la traidora trampa
y al llegar a las manos de un labriego,
a sabroso manjar fue destinada.
Se aflige la infeliz y se disculpa,
diciendo que un mal Cuervo la enseñaba
a graznar y robar. - Pues no te vale,
contesta el labrador, tu excusa vana.
Si con otras palomas anduvieras,
o te quedaras metidita en casa, .
no serías ladrona ni atrevida,
ni te vieras al plato destinada.
Mas ya que con el cuervo te juntaste
y aprendiste tan bien sus malas mañas ,
yo te asaré a la noche, y con tu vida
pagarás las espigas que me faltan.
Siempre tiene mal fin el insensato
que con gente perversa se acompaña.
EL LORO EN TERTULIA
Por una casualidad,
en tertulia se reunieron
brutos y aves, y comieron
en buena paz y amistad.
Hallóse por convidado
a esta célebre función
un Loro, que a la sazón
de la jaula había escapado.
Cada cual, a su manera,
dedicóse a conversar;
el Loro llegó a cansar
con su charla chocarrera.
Con ademán presuntuoso
y con mucha algarabía,
dijo que todo entendía,
que era docto y talentoso.
Ya tocaba la trompeta,
ya pedía chocolate,
y con tanto disparate
el auditorio se inquieta.
Desatinos garrafales
soltaba a cada momento,
y tenía en un tormento
a los otros animales.
Sin embargo, admiradores
tuvo el Loro entre los brutos
que aplaupían, como frutos
de su ciencia, sus errores.
Esto más lo envanecía,
y cuando un ¡bravol escuchaba
del asno que rebuznaba,
«¡ay qué regalo!» decía.
Muy pronto en una camorra
la reunión se convirtiera,
si por dicha no estuviera .
allí la atrevida Zorra.
Conoció el disgusto, astuta;
de calmar a todos trata;
-Lorito, dame la pata,
dijo, entremos en disputa.
Si es anlplio, pues, tu saber,
dime, por Dios, una cosa:
¿Por qué es tu mujer golosa
y qué cosa es la mujer?
Todo se atrojó el salvaje,
y dijo:-Amiga, en rigor.
la mujer es ¡A babor!
¡a estribor! ¡fuego! ¡buen viaje!
Oyendo tales dislates,
por un loco lo tomaron,
y unánitnes condenaron
su charla y sus disparates
-No, no es loco este infelice
(clama la Zorra, de pronto):
habla mucho porque es tonto
y no sabe lo que dice.
¡Verdad amarga, quizá,
que oyó el Loro con despreciol
¡Ya se ve! ¿de esto, al necio
qué cuidado se le da?
A muchos necios aplico
mi fábula, ella comprende.
al que habla mucho y no entiende
lo que habla, como el Perico.
LA ROSA Y LA AMAPOLA
Una amapola ufana
a una Rosa decía: .
-Mírame qué lozana
me ostento, prima mía;
a todos soy amable,
a todos accesible y muy tratable.
Mientras que tú, aunque bella,
arrogante y pulida,
aunque del campo estrella,
te ostentas presumida,
y esquiva, cuanto hermosa,
te resistes a todos espinosa.
Un muchacho maldito
en tal momento llega;
provoca su apetito
la Rosa, mas se pega
buen chasco, pues se espina
al cogerla, y la suelta y desatina.
Después de recobrado
de su dolor y susto,
conteInpla sosegado
todo el jardin con gusto,
se fija en la Ama pola,
y la troncha y destroza su corola.
La pobre flor se queja
en idioma de flores;
mas una y otra oreja
tapó con sus olores
la Rosa, y seria y fría
con socarrona voz así decía:
-Prima, si tú vivieras
de espinas bien cercada,
si recatada fueras,
no te vieras burlada,
ni de un pillo IDuchacho,
ni del indigno y necio populacho.
Sábete que las rosas
más bellas y fragantes,
las más lindas y hermosas
se preservan constantes
de cualquier mentecato
sólo con sus espinas y recato.
Esto parece cuento;
mas sin duda aseguro ·
que habló con gran talento
la rosa, y aún lo juro:
Oiganlo las doncellas
que tienen un lugar entre las bellas.
LOS DOS LOBOS AMIGOS
Érase un Lobo anciano,
amigo de otro Lobo que era enano,
y al que constántemente acompañaba,
porque, más que estimarlo, lo adoraba.
A ciertas horas, todos los veían
siempre juntos; y juntos departían
francamente durante sus reuniones.
Jamás sus opiniones
Se hallaron encontradas:
amigos se decían y camaradas;
yen fin tanto se amaron,
que su amor otros lobos envidiaron.
Por ligero accidente,
tal amistad cortóse de repente:
maligna calentura
puso al Lobo chaparro en la apretura
de no poder salir, en cinco días,
a realizar sus largas correrías
por ranchos, por rediles y por prados,
en busca de rebaños descuidados.
Mas ya convaleciente,
quiso probar la fuerza de su diente.
Abandonó el cubil con alegría
y vió a su viejo amigo que venía,
saltando peñas y pisando abrojos,
con un carnero. ¡Amigo, ante mis ojos,
dijo el enfermo, próvido has traído
lo que anhela este pobre entelerido!
¡Qué gusto nos daremos
con ese corderillo que tenemos!
-No eches el ojo, amigo, al corderillo,
pues que no te dará por el galillo.
-Es que me muero de hanlbre. -Importa poco.
Guarda dieta, cofrade, no seas loco.
-No quiero dieta; dame unos pedazos.
-No te los daré nunca ni a balazos.
Son dañosos, lo sé por experiencia;
si te los doy, recargo mi conciencia.
-Aunque me lleve el diablo, buen amigo,
dame un trozo no má. -Que no, te digo.
Pedírmelo es quimera: .
¡qué necio sería si te lo diera!
¿No ves que es pequeñito
y que lo necesito,
porque tal vez mañana
no encuentre qué comer? -¡Disculpa vana!
¿No eres mi antiguo amigo y compañero?
-Sí, mientras no me pidas el carnero;
pero si das en eso, camarada,
se acabó la amistad y ya no hay nada.
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