10 Poemas de Manuel María Flores 

ADIÓS

Adiós para siempre, mitad de mi vida,
un alma tan sólo teníamos los dos;
mas hoy es preciso que esta alma divida
la amarga palabra del último adiós.

¿Por qué nos separan? ¿No saben acaso
que pasa la vida cual pasa la flor?
cruzamos el mundo como aves de paso...
mañana la tumba, ¿por qué hoy el dolor?

¿La dicha secreta de dos que se adoran
enoja a los cielos, y es fuerza sufrir?
¿Tan sólo son gratas las almas que lloran
al torvo destino?... ¿La ley es morir?...

¿Quién es el destino?... Te arroja a mis brazos,
en mi alma te imprime, te infunde en mi ser,
y bárbaro luego me arranca a pedazos
el alma y la vida contigo... ¿por qué?

Adiós... es preciso. No llores... y parte.
La dicha de vernos nos quitan no más;
pero un solo instante dejar de adorarte,
hacer que te olvide, ¿lo pueden? ¡Jamás!

Con lazos eternos nos hemos unido;
en vano el destino nos hiere a los dos...
¡las almas que se aman no tienen olvido,
no tienen ausencia, no tienen adiós!

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AUSENCIA

¡Quién me diera tomar tus manos blancas
para apretarme el corazón con ellas,
y besarlas... besarlas, escuchando
de tu amor las dulcísimas querellas!

¡Quién me diera sentir sobre mi pecho
reclinada tu lánguida cabeza,
y escuchar, como enantes, tus suspiros,
tus suspiros de amor y de tristeza!

¡Quién me diera posar casto y suave
mi cariñoso labio en tus cabellos,
y que sintieras sollozar mi alma
en cada beso que dejara en ellos!

¡Quién me diera robar un solo rayo
de aquella luz de tu mirar en calma,
para tener al separarnos luego
con qué alumbrar la soledad del alma!

Oh! quién me diera ser tu misma sombra
el mismo ambiente que tu rostro baña,
y, por besar tus ojos celestiales,
la lágrima que tiembla en tu pestaña.

Y ser un corazón todo alegría,
nido de luz y de divinas flores,
en que durmiese tu alma de paloma
el sueño virginal de sus amores.

Pero en su triste soledad el alma
es sombra y nada mas, sombra y enojos...
¿cuándo esta noche de la negra ausencia
disipará la aurora de tus ojos?...

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SOÑABA (Heine)

Soñaba yo: mis párpados henchidos
de lágrimas sentía;
soñé que estabas en la tumba, muerta,
y muerta te veía...
Era un sueño no más , pero despierto
lloraba todavía.

Estaba yo soñando, y por la cara,
el llanto me corría;
soñé que te arrancaba de mi lado
alguno, vida mía...
Era un sueño no más, pero despierto
lloraba todavía.

Soñaba yo... Me ahogaban los sollozos,
el llanto me bebía...
Estaba yo soñando que me amabas,
¡soñando que eras mía!
Era un sueño no más, no más que un sueño,
y lloro, más que nunca, todavía!

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LA FORTUNA

En su curso voluble la Fortuna
todo cuanto me diera me quitó;
Y la Miseria pálida y hambrienta
el umbral de mi puerta se sentó.

Y llegó la Amistad la que en un día
el festín de mis dichas presidió-
y aunque le dije ven, ella, espantada
al ver aquel espectro, se alejó.

Amor llegó también... Sellé mi labio,
porque temí que se alejara Amor;
pero él sin vacilar, bañado en lágrimas,
vino a mi presuroso... y me abrazó.

Y la Miseria pálida y hambrienta
que al umbral de mi puerta se sentó
a la luz de aquel ángel que lloraba,
ella... ¡la horible harpía!... se embelleció.

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FRÍO (CUENTO BOHEMIO)

La tarde era triste,
la nieve caía,
su blanco sudario
los campos cubría;
ni un ave volaba,
ni oíase rumor.

Apenas la nieve
dejando su huella,
pasaba muy triste,
muy pálida y bella,
la niña que ha sido
del valle la flor.

Llevaba en el cinto
su pobre calzado;
su hermano pequeño
que marcha a su lado
le dice: -"No sienten
la nieve tus pies?"

"Mis pies nada sienten
responde con calma
"El frío que yo siento
lo llevo en el alma;
y el frío de la nieve
más duro no es".

Y dice el pequeño
que helado tirita:
-"¡Más frío que el de nieve!...
¿Cuál es, hermanita?
¡No hay otro que pueda
decirse mayor!...

-"Aquel que de muerte
las almas taladre;
aquel que en el alma
me puso mi madre
el día que a mi esposo
me unió sin amor".

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LA NOCHE

¡Salve, noche sagrada! Cuando tiendes
desde el éter profundo
bordada con el oro de los astros
tu lóbrega cortina sobre el mundo;
cuando, vertiendo la urna de la sombra,
con el blando rocío de los beleños
vas derramando en la Creación dormida
las negras flores de los vagos sueños,
el fúnebre silencio y la honda clama
que a los misterios de no ser convida,
entonces, como flor de las tinieblas,
para vivir en ti, se abre mi alma.

Hermosa eres ¡Oh noche!
Hermosa cuando límpida, serena,
Rivalizando con el mismo día,
Rueda tu luna llena,
Joya de Dios, en la región vacía;
Hermosa cuando opaca,
Esa luna, ya triste, se reclina
En la argentada nube
Que apenas, melancólica, ilumina,
Tan apacible en su divina calma
Que, viéndola, los ojos se humedecen
Y, sin saber por qué, suspira el alma.

Hermosa cuando negra
Como el seno del caos, la eterna sombra,
Insondable y desierta,
Chispea de estrellas, que alumbran parecen,
Pálidos cirios, a la tierra muerta.
¡Y más hermosa aún, cuando agitando
su densa cabellera de tinieblas
trenzadas con el rayo, la tormenta
borra los astros y fulgura y brama,
y azotando los cielos con la llama
del relámpago lívido, revienta!

Entonces, sólo entonces, el aliento
Del huracán que ruge embravecido,
Al rasgar la centella el firmamento,
Al estallar el trueno, es cuando siento
Latir mi corazón, latir henchido
De salvaje embriaguez . . . Quieren mis ojos
Su mirada cruzar fiera y sombría
Con la mirada eléctrica del rayo,
Fatídica también. . Mi pecho ansía
Aspirar en tu atmósfera de fuego
Tu aliento, tempestad . . . ¡Y que se pierda
La ardiente voz de mi agitado seno
En la explosión magnífica del trueno!

¡Quiero sentir que mi cabello azota
la ráfaga glacial; quiero en mi frente
un beso de huracán, y que la lluvia
venga a mezclar sus gotas con la gota
en que tal vez mi párpado reviente!

Noche de tempestad, noche sombría,
¿acaso tú no eres
la imagen de lo que es el alma mía?
Tempestad de dolores y placeres,
Inmenso corazón en agonía. . .

También así, como en sereno cielo
De blanca luz y fúlgidas estrellas,
Miré pasar en delicioso vuelo,
Como esas nubes que argentó la luna,
Fantásticas y bellas
Mis quimeras de amor y de fortuna.
Y así también, de pronto, la tiniebla
Mis astros apagó, rasgó la nube
Cárdeno rayo en explosión violenta,
Y en mi alma desataron
El dolor y la duda su tormenta.

¿Quién como yo sintió? ¿Quién de rodillas
cayó temblando de pasión ante Ella
¿Quién sintiendo corres por sus mejillas
el llanto del amor, en ese llanto
mojó los besos que dejó en su huella?
¿Quién como yo, mirando realizada
la ansiada dicha que alcanzó el empeño,
al irla a disfrutar vio disiparse
en la sombra, en la nada,
la mentira de un sueño?
¿Quién de la vida al seductor banquete
llegó jamás con juventud más loca?
La copa del festín ¿quién más acerba
Apartó de su boca?

¿Quién como yo ha sentido
para tanto dolor el seno estrecho,
y de tanto sollozo comprimido
dolerle el corazón dentro del pecho?
¿Quién a despecho de su orgullo de hombre
ha sentido, cual yo, del alma rota
brotar la acerba gota
de un escondido padecer sin nombre?
¿Quien, soñador maldito,
al quemar, como yo, sus dioses vanos,
por sofocar del corazón el grito
se apretó el corazón con ambas manos?
¿Quién como yo, mintiendo indiferencia
y hasta risas y calma,
atraviesa tan solo la existencia
con una tempestad dentro del alma?

¿Quien busca, como yo, tus muertas horas
¡oh, noche! Y tus estrellas,
fingiendo que son ellas
las lágrimas de luz con que tú lloras?
¿Quién ama como yo tu sombra muda,
tu paz de muerte, y el silencio grave,
a quien la voz de los misterios diste,
y tus suspiros que las auras llevan,
y tu mirada de luceros triste?

Mi alma es la flor, la flor de las tinieblas,
El cáliz del amor y los dolores,
Y se abre, ¡oh, noche! En tu regazo frío,
Y espera, así como las otras flores,
Tu bienhechor rocío.

Hijo yo del dolor, tu negra clama
Es el mejor abrigo,
Para ver en la sombra, sin testigo,
Una noche en el cielo, otra en el alma.

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UN BESO NADA MÁS

Bésame con el beso de tu boca,
cariñosa mitad del alma mía:
un solo beso el corazón invoca,
que la dicha de dos... me mataría.

¡Un beso nada más!... Ya su perfume
en mi alma derramándose la embriaga
y mi alma por tu beso se consume
y por mis labios impaciente vaga.

¡Júntese con la tuya!... Ya no puedo
lejos tenerla de tus labios rojos...
¡Pronto... dame tus labios!... ¡tengo miedo
de ver tan cerca tus divinos ojos!

Hay un cielo, mujer en tus abrazos,
siento de dicha el corazón opreso...
¡Oh! ¡sostenme en la vida de tus brazos
para que no me mates con tu beso!

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AMÉMONOS

Buscaba mi alma con afán tu alma,
buscaba yo la virgen que mi frente
tocaba con su labio dulcemente
en el febril insomnio del amor.

Buscaba la mujer pálida y bella
que en sueño me visita desde niño,
para partir con ella mi cariño,
para partir con ella mi dolor.

Como en la sacra soledad del templo
sin ver a Dios se siente su presencia,
yo presentí en el mundo tu existencia,
y, como a Dios, sin verte, te adoré.

Y demandando sin cesar al cielo
la dulce compañera de mi suerte,
muy lejos yo de ti, sin conocerte
en la ara de mi amor te levanté.

No preguntaba ni sabía tu nombre,
¿en dónde iba a encontrarte? lo ignoraba;
pero tu imagen dentro el alma estaba,
más bien presentimiento que ilusión.

Y apenas te miré... tú eras ángel
compañero ideal de mi desvelo,
la casta virgen de mirar de cielo
y de la frente pálida de amor.

Y a la primera vez que nuestros ojos
sus miradas magnéticas cruzaron,
sin buscarse, las manos se encontraron
y nos dijimos «te amo» sin hablar

Un sonrojo purísimo en tu frente,
algo de palidez sobre la mía,
y una sonrisa que hasta Dios subía...
así nos comprendimos... nada más.

¡Amémonos, mi bien! En este mundo
donde lágrimas tantas se derraman,
las que vierten quizá los que se aman
tienen yo no sé que de bendición,

dos corazones en dichoso vuelo;
¡Amémonos, mi bien! Tiendan sus alas
amar es ver el entreabierto cielo
y levantar el alma en asunción.

Amar es empapar el pensamiento
en la fragancia del Edén perdido;
amar es... amar es llevar herido
con un dardo celeste el corazón.

Es tocar los dinteles de la gloria,
es ver tus ojos, escuchar tu acento,
en el alma sentir el firmamento
y morir a tus pies de adoración.

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SOÑANDO

Anoche te soñaba, vida mía,
estaba solo y triste en mi aposento,
escribía... no sé qué; mas era algo
de ternura, de amor, de sentimiento.
Porque pensaba en ti. Quizás buscaba
la palabra más fiel para decirte
la infinita pasión con que te amaba.

De pronto, silenciosa,
una figura blanca y vaporosa
a mi lado llegó... Sentí en mi cuello
posarse dulcemente
un brazo cariñoso, y por mi frente
resbalar una trenza de cabello.
Sentí sobre mis labios
el puro soplo de un aliento blando,
alcé mis ojos y encontré los tuyos
que me estaban, dulcísimos, mirando.
Pero estaban tan cerca que sentía
en yo no sé que plácido desmayo
que en la luz inefable de su rayo
entraba toda tu alma hasta la mía.

Después, largo, süave
y rumoroso apenas, en mi frente
un beso melancólico imprimiste,
y con dulce sonrisa de tristeza
resbalando tu mano en mi cabeza
en voz baja, muy baja, me dijiste:
-"Me escribes y estás triste
porque me crees ausente, pobre amigo;
pero ¿no sabes ya que eternamente
aunque lejos esté, vivo contigo?"
......................................
Y al despertar de tan hermoso sueño
sentí en mi corazón plácida calma;
y me dijiste: es verdad... ¡eternamente!...
¿cómo puede jamás estar ausente
la que vive inmortal dentro del alma?

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PASIÓN

¡Háblame! Que tu voz, eco del cielo,
sobre la tierra por doquier me siga...
con tal de oír tu voz, nada me importa
que el desdén en tu labio me maldiga.

¡Mírame!... Tus miradas me quemaron,
y tengo sed de ese mirar, eterno...
por ver tus ojos, que se abrase mi alma
de esa mirada en el celeste infierno.

¡Amame!... Nada soy... pero tu diestra
sobre mi frente pálida un instante,
puede hacer del esclavo arrodillado
el hombre rey de corazón gigante.

*

Tú pasas... y la tierra voluptuosa
se estremece de amor bajo tus huellas,
se entibia el aire, se perfuma el prado
y se inclinan a verte las estrellas.

Quisiera ser la sombra de la noche
para verte dormir sola y tranquila,
y luego ser la aurora... y despertarte
con un beso de luz en la pupila.

Soy tuyo, me posees... un solo átomo
no hay en mi ser que para ti no sea:
dentro de mi corazón eres latido,
y dentro de mi cerebro eres idea.

*

¡Oh! por mirar tu frente pensativa
y pálido de amores tu semblante;
por sentir el aliento de tu boca
mi labio acariciar un solo instante;

por estrechar tus manos virginales
sobre mi corazón, yo de rodillas,
y devorar con mis tremente besos
lágrimas de pasión en tus mejillas;

yo te diera... no sé... ¡no tengo nada!...
-el poeta es mendigo de la tierra-
¡toda la sangre que en mis venas arde!
¡todo lo grande que mi mente encierra!

*

Mas no soy para ti... ¡Si entre tus brazos
la suerte loca me arrojara un día,
al terrible contacto de tus labios
tal vez mi corazón... se rompería!

Nunca será... Para mi negra vida
la inmensa dicha del amor no existe...
sólo nací para llevar en mi alma
todo lo que hay de tempestuoso y triste.

Y quisiera morir... ¡pero en tus brazos,
con la embriaguez de la pasión más loca,
y que mi ardiente vida se apagara
al soplo de los besos de tu boca

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