14 Cuentos de Juan Eugenio Hartzenbusch
LOS VIAJES
Un pescador, vecino de Bilbao,
cogió, yo no sé dónde, un bacalao.
-¿Qué vas a hacer conmigo?
(el pez le preguntó con voz llorosa.)
Él respondió: Te llevaré a mi esposa:
ella con pulcritud y ligereza
te cortará del cuerpo la cabeza;
negociaré después con un amigo,
y si me da por ti maravedises,
irás con él a recorrer países.
-¡Sin cabeza! ¡Ay de mí! (gritó el pescado.)
Y replicó el discreto vascongado:
¿Por esa pequeñez te desazonas?
Pues hoy viajan así muchas personas.
EL ENVIDIOSO
Magnífico manzano
en el corral de un clérigo crecía.
Un vecino, de envidia se moría
viéndole tan fecundo y tan lozano:
él ni manzano ni corral tenía.
Y ya que de otro modo
no supo desfogar su encono fiero,
arrojaba al frutal desde un granero
el desperdicio de su casa todo,
haciendo del corral estercolero.
Bien ensució el ramaje;
mas la lluvia a su tiempo le limpiaba,
la tierra con la broza se abonaba,
y el resultado fue del ruin ultraje
que más fruto y mejor el árbol daba.
Moraleja:
Más útil que nociva
es la gente mordaz que tanto abunda,
pues hace con su rabia furibunda
que el íntegro varón más cauto viva,
y más pronto a sus émulos confunda.
EL ESPEJO Y EL AGUA
Disputaron el agua y el espejo,
y fue la riña del tenor siguiente.
-ÉL: Yo, de genio duro, lo reflejo
todo sin aprensión exactamente.
-ELLA: Pues yo, con mi carácter blando,
todo lo pinto a medias y jugando.
-El defecto menor, el más pequeño
tizne que manche un rostro, yo lo enseño.
-La mancha enseñarás; pero, amiguito,
hago yo más que tú, pues yo la quito.
Moraleja:
Enoja la desnuda reprimenda;
dulce amonestación produce enmienda.
LOS TRES QUEJOSOS
¡Qué mal (gritó la mona)
que estoy sin rabo!
¡Qué mal estoy sin astas!
Repuso el asno.
Y dijo el topo:
Más debo yo quejarme,
que estoy sin ojos.
No reniegues, Camilo,
de tu fortuna;
que otros podrán dolerse
más de la suya.
Moraleja:
Si se repara,
nadie en el mundo tiene
dicha colmada.
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