17 Poemas de Rafael Pombo 

ORACIÓN DEL NIÑO AL ACOSTARSE

Dame, ¡oh Dios! tu bendición
Antes de entregarme al sueño,
Y de todos los que yo amo
Cuida tú mientras yo duermo.

Por mi madre, por mi padre,
Por mis hermanos te ruego,
Que los guardes largos años
En salud, fuerza y contento.

Dales consuelo a los tristes,
Y remedio a los enfermos,
Y pan al menesteroso,
Y al huérfano amparo y techo.

Que te bendigamos todos
Por tanto que te debemos,
Y que al dormir el sueño último
Despertemos en tu seno.

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BELLEZA Y AMOR

¡Oh Padre, cuánto es bello
El mundo que tú hiciste!
No hay templo, no hay palacio.
No hay sueño que su encanto rivalice.

¿Porqué, porqué los hombres,
Como envidiosos tigres.
Viven aborreciéndose
El breve tiempo que en el mundo viven?

Cuando aire, y cielo, y tierra
Murmuran: ¡sed felices!
¡Amaos unos a otros
Y trabajad para llamaros libres!

¡Oh Padre, cuánto es bello
El mundo que tú hiciste!
¡Felices los que sepan
Agradecerte, amarte y bendecirte!

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LA HORA DE LAS TINIEBLAS

I.

¡Oh, que misterio espantoso
es este de la existencia!
¡Revélame algo conciencia!
¡Háblame, Dios poderoso!
Hay no se qué pavoroso
En el ser de nuestro ser.
¿Por qué vine yo a nacer?
¿Quién a padecer me obliga?
¿Quién dio esa ley enemiga
de ser para padecer?

II.

Si en la nada estaba yo,
¿por qué salí de la nada
a execrar la hora menguada
en que mi vida empezó?
Y una vez que se cumplió
ese prodigio funesto,
¿por qué el mismo que lo ha impuesto
de él no me viene a librar?
¿Y he de tener que cargar
un bien contra el cual protesto?

III.

¡Alma! Si vienes del Cielo,
si allá viviste otra vida,
si eres imagen cumplida
del Soberano Modelo,
¿Cómo has perdido en el suelo
la fe de tu original?
¿Cómo en tu lengua inmortal
no explicas al hombre rudo
este fatídico nudo,
entre un Dios y un animal?

IV.

O si es que antes no existe,
y al abrir del mundo al sol
tu divino girasol,
gemela del polvo fuiste,
¿qué crimen obrar pudiste?
¿do, contra quien, cómo y cuándo
que estuviese a Dios clamando
que al hondo valle en que estas
surgieses tu, nada más
que para expiarlo llorando?

V.

Pues cuanto ha sido y será
de Dios reside en la mente
tanto infortunio presente
¿no lo contemplaba ya?
Y ¿por qué, si en él está
del bien la fuente suprema
lanzó esa voz o anatema
que hizo súbito existir
un mundo en que oye gemir
y un hombre que de él blasfema?

VI.

¿Cómo de un bien infinito
surge un infinito mal,
de lo justo, lo fatal,
de lo sabio, lo fortuito?
¿Por qué está de Dios proscrito
el que antes no le ofendió,
y por qué se le formó
para enloquecerlo así
de un alma que dice si
y un cuerpo que dice no?

VII.

¿Por qué estoy en donde estoy
con esta vida que tengo
sin saber de donde vengo
sin saber a donde voy;
con traidora libertad
e inteligencia engañosa,
ciego a merced de horrorosa
desatada tempestad?

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NOCHE DE DICIEMBRE

Noche como esta, y contemplada a solas
no la puede sufrir mi corazón:
da un dolor de hermosura irresistible,
un miedo profundísimo de Dios.

Ven a partir conmigo lo que siento,
esto que abrumador desborda de mi;
ven a nacerme finito lo infinito
y a encarnar el angélico festín.

¡Mira ese cielo!… es demasiado cielo
para el ojo de insecto de un mortal,
refléjame en tus ojos un fragmento
que yo alcance a medir y a sondear.

Un cielo que responda a mi delirio
sin hacerme sentir mi pequeñez:
un cielo mío que me esté mirando
y que tan sólo a mi mirando esté.

Esas estrellas… ¡Ay, brillan tan lejos!
Con tus pupilas tráemelas aquí
donde yo pueda en mi avidez tocarlas
y apurar su seráfico elixir.

Hay un silencio en esta inmensa noche
que no es silencio, es místico disfraz
de un concierto inmortal. Por escucharlo,
mudo como la muerte el orbe está.

Déjame oírlo, enamorada mía
Al través de tu ardiente corazón:
sólo el amor transporta a nuestro mundo
las notas de la música de Dios.

Él es la clave de la ciencia eterna,
la invisible cadena creatriz
que une al hombre con Dios y con sus obras
y Adán a Cristo, y el principio al fin.

De aquel hervor de luz está manando
el rocío del alma. Ebrio de amor
y de delicia tiembla el firmamento,
inunda el creador la creación.

¡Si, el creador! Cuya grandeza misma
es la que nos impide verlo aquí,
pero que, como atmósfera de gracia
se hace entretanto por doquier sentir…

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SÚPLICA

Va entre sombras y luz mi pensamiento,
va entre amor y dolor mi corazón:
verte, es mi bien; no verte, mi tormento;
y el verte es, ¡ay!, par decirte ¡adiós!
¡Ser feliz lo que dura una mirada!
Ser nuestro amor secreto de los dos,
¡y no poder el alma enamorada
ir a ti en alas de mi triste adiós!
¡Ser mío tu corazón, y amando tanto
darme sólo un relámpago de amor!
De ese incesante enamorado canto
¡sólo escuchar la nota del adiós!
Mi bien, si me amas tú, si me adivinas
responde a las tinieblas a mi voz:
ciñe me así de flores o de espinas,
¡pero dame algo mas que un triste adiós!

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ESTROFA

Dicen que impreso en las pupilas queda
los ojos del muerto el matador,
estoy muerto, no se,
mas no hay quien pueda los míos borrar.
Que se lo veda corazón
La imagen de mi amor.

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AMOR Y AUSENCIA

¡Que dulce sabe el amor
tras el dolor de la ausencia
cuando hay fiel correspondencia
entre amada y amador!

Cuando, en su separación,
cual la amante aguja esclava
del Norte, siempre apuntaba,
uno al otro corazón;

Cuando el sol que alumbra el día,
¡día de eterno desearse!
tan sólo para buscarse
al uno y otro servía,

Y la enamorada bella
soñaba sueños de miel
con su amado, y jamás él
soñaba sino con ella.

Cuando sordos los oídos
y los ojos con ceguera,
cuando de su amor no fuera
les hablaba sin sentidos.

Y querrían que hasta el viento,
en todo tiempo y lugar
les hablara sin cesar
de su único pensamiento…

Y la más preciosa estrella
y el más bello ángel de Dios
era feo para los dos,
porque no era ni él ni ella.

Porque fuera de su amor,
no había mundo ni vida
y era hermosura perdida
cuanto más hizo el Señor.

No vuelvas ni a mi memoria
¡o infierno del mal ausente!
Con razón dice el creyente
que ver a Dios es la gloria:

que el infinito consuelo
que siento al volverte a ver,
me dice cual ha de ser
el de ver al Dios del Cielo.

¡Oh Dios! Hasta en tu rigor
reconozco tu clemencia.
Por tu bondad es la ausencia
resurrección del amor.

¡Tu no sabes, vida mía,
cuan bella te encuentro ahora
y como te ama y te adora
el que apenas te quería!

Como el campo al redimido
bajo de un cielo esplendente,
o como al convaleciente
el bocado apetecido.

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DE NOCHE

No ya mi corazón desasosiegan
las mágicas visiones de otros días.
¡Oh Patria! ¡oh casa! ¡oh sacras musas mías!...
Silencio! Unas no son, otras me niegan.

Los gajos del pomar ya no doblegan
para mí sus purpúreas ambrosías;
y del rumor de ajenas alegrías
sólo ecos melancólicos me llegan.

Dios lo hizo así. Las quejas, el reproche
son ceguedad. ¡Feliz el que consulta
oráculos más altos que su dueño!

Es la Vejez viajera de la noche;
y al paso que la tierra se le oculta,
ábrese amigo a su mirada el cielo.

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BARCAROLA

Al rayo de la luna,
fanal de mi fortuna,
que boga por el rio
ligero de ola en ola,
te cantaré, bien mío,
mi dulce barcarola.

Al golpe de los remos
durmamos y soñemos
que vamos por el rio
bogando de ola en ola
cantándote, amor mío,
mi dulce barcarola.

¡Que sueño mas precioso
que en este tiempo hermoso
por este mismo río
bogando de ola en ola,
cantándote, bien mío,
tu dulce barcarola!

O escucha: no cantemos,
durmamos o soñemos,
que al verte al lado mío
enamorada y sola…
siguió cantando el rio
mi dulce barcarola.

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ÉXTASIS

¡Gran noche!… ¡Tanta majestad me aterra
tanta sublimidad me causa espanto!
Dios cobija el misterio de la tierra
con el misterio augusto de su manto.
Al son de aquella mística armonía
la inmensa tierra estático contemplo
como un cadáver, lívida, sombría,
bajo la santa bóveda del templo.
Esta sublime paz que me estremece
este silencio asombrador, profundo,
mas bien que una hora mundanal, parece
la víspera imponente de otro mundo.
Como una tregua entre la culpa inerme
y el rayo que se apronta a fulminarla,
cuando la pobre humanidad se duerme
Dios desciende en secreto a visitarla.

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