Esopo
EL MÉDICO Y EL PACIENTE QUE MURIÓ
Un médico tenía en tratamiento a un enfermo.
Este murió, y el médico decía a las personas del acompañamiento:
- Si este hombre se hubiera abstenido del vino y se hubiese puesto lavativas, no hubiera muerto.
- ¡Amigo, le contestaron-, no es ahora, que no sirve de nada cuando tenías que haber dicho esto, sino antes, cuando tu consejo podía haber sido de provecho!
Moraleja: Las correcciones debemos hacerlas siempre en el momento oportuno y no dejarlas sólo para mencionarlas cuando ya es tarde.
LA COMADREJA Y LA LIMA
Se introdujo una comadreja en el taller de un herrero y se puso a lamer una lima que ahí se encontraba.
Al cabo de un rato su lengua arrojaba sangre en abundancia, y la comadreja se puso muy feliz pensando que había arrancado algo al hierro, hasta que acabó por perder su propia lengua.
Moraleja: Ten en cuenta que si vas por la vida dañando a la gente, algún día recibirás a cambio tu propia medicina.
LA ZORRA Y LOS RACIMOS DE UVAS
Estaba una zorra con mucha hambre, y al ver colgando de una parra unos deliciosos racimos de uvas, quiso atraparlos con su boca.
Mas no pudiendo alcanzarlos, a pesar de sus esfuerzos, se alejó diciéndose:
- ¡Ni me agradan, están tan verdes!
Moraleja: Nunca traslades la culpa a los demás de lo que no eres capaz de alcanzar.
EL CAMELLO, EL ELEFANTE Y EL MONO
Votaban los animales para elegir un rey. El camello y el elefante se pusieron en fila disputándose los sufragios, ya que esperaban ser preferidos sobre los demás gracias a su tamaño y su fuerza. Pero llegó el mono y los declaró a los dos incapacitados para reinar.
- El camello no sirve - dijo -, porque no se encoleriza contra los malhechores, y el elefante tampoco nos sirve porque tendremos que estar temerosos de que nos ataque un marrano, animal a quien teme el elefante.
Moraleja: La fortaleza más grande, siempre se mide en el punto más débil.
LA RANA GRITONA Y EL LEÓN
Oyó una vez un león el croar de una rana, y se volvió hacia donde venía el sonido, pensando que era de algún animal muy importante.
Esperó y observó con atención un tiempo, y cuando vio a la rana que salía del pantano, se le acercó y la aplastó diciendo:
- ¡Tú, tan pequeña y lanzando esos tremendos gritos!
Moraleja: Quien mucho habla, poco es lo que dice.
EL TORDO
Un tordo se encontraba picoteando en el maíz y, de lo bueno que estaba, que no veía el momento de marchar.
Un cazador avispado se fijó en que el tordo siempre volvía al mismo lugar, así que esperó su momento y lo capturó.
El tordo, antes de morir, aún tuvo tiempo de pensar:
- ¡Qué avaricioso!, ¡por el placer de comer he perdido la vida!
Moraleja: El placer, con moderación.
LA ZORRA Y LA LEONA
Reprochaba una zorra a una leona el hecho de que siempre sólo pariese a un pequeñuelo.
Y le contestó la leona:
- Sí, uno solo, tienes razón, ¡pero un señor león!
Moraleja: No midas el valor de las cosas por su cantidad, sino por su virtud.
EL PLUMAJE DE LA GOLONDRINA Y EL CUERVO
La golondrina y el cuervo discutían acerca de su plumaje.
El cuervo terminó la discusión alegando:
- Tus plumas serán muy bonitas en el verano, pero las mías me cobijan contra el invierno.
Moraleja: Lo que sólo sirve para presumir, no es valioso en realidad.
LOS HIJOS DESUNIDOS DEL LABRADOR
Los hijos de un labrador vivían en discordia y desunión. Sus exhortaciones eran inútiles para hacerles mudar de sentimientos, por lo cual resolvió darles una lección con la experiencia.
Les llamó y les dijo que le llevaran una gavilla de varas. Cumplida la orden, les dio las varas en haz y les dijo que las rompieran; mas a pesar de todos sus esfuerzos, no lo consiguieron. Entonces deshizo el haz y les dio las varas una a una; los hijos las rompieron fácilmente.
- ¡Ahí tienen! les dijo el padre-. Si también ustedes, hijos míos, permanecen unidos, serán invencibles ante sus enemigos; pero estando divididos serán vencidos uno a uno con facilidad.
Moraleja: Nunca olvides que en la unión se encuentra la fortaleza.
LOS LOBOS, LOS CARNEROS Y EL CARNERO MAYOR
Enviaron los lobos una representación a un rebaño de carneros, prometiéndoles hacer una paz permanente si les entregaban a los perros. Los carneros aceptaron hacerlo, exceptuando a un viejo carnero padre que les reclamó a los lobos:
- ¿Cómo les voy a creer y vivir con ustedes, si ahora mismo, aún con el cuidado de los perros no puedo pacer con tranquilidad?
Moraleja: Nunca te desprendas de lo que es primordial para tu propia seguridad.
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