10 Poemas de Alfonso Cortés 

FUGA DE OTOÑO

Aquí todo, hasta el tiempo se hace espacio.
En los viejos
caminos nuestra voz yerra como un olvido,
y a un éter lleno de recuerdos, se ha salido
de nosotros el alma, para vernos de lejos.

El cielo es como un fiel recuerdo de colores
en que tú arremolinas, luz sonora, tus vientos;
la loca de la tarde hunde sus pensamientos
de luz, en la epidermis de seda de las flores.

Yo hilaré con el blanco vellón de los vésperos,
horas de amor sutiles, concisas y espaciosas
viendo venir las pálidas parejas amorosas
en la convalecencia feliz de los senderos.

Y si vas a fugarte, Otoño, dulce paje
de mi amada autumnal, húndete ante mis ojos,
acosado, en los llanos de los ocasos rojos,
por las ágiles piernas de una ninfa salvaje.

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TRES AMORES

Vino una vez: su rostro era de raso,
con el oro silvestre de las frutas;
—¿quién eres, ángel de tranquilo paso?
—¡Soy Ruth, la espigadora de tus rutas!

Vino otra vez: con ambición secreta,
apretó mi deseo hasta la muerte;
—¿Quién eres tú, que vence y que sujeta?
—iSoy Cleopatra, la del espasmo fuerte!

Vino después: como bacante en celo,
ordenaba en mi ser, que no resiste;
—¿quién eres tú, potente tiranuelo?
—¡Soy Salomé, la de la danza triste!

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PASOS

Cuando, en el tumulto de la Tierra,
sientan los seres su soledad,
dará una tregua eterna la guerra
del Ruido; hundirá en la antigüedad

sus pasos el Hombre y la Mujer,
surcarán la arruga de la frente
de Dios, donde del éxtasis de Ayer
se alza vapor incesantemente...

¡Y quedarán los enamorados
—como despiertos— y dos a dos,
la mirada fija en los Sagrados
Poros, de eterno sudor bañados,
de la frente arrugada de Dios!

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AIRE

Suena un aire de niño tras las tapias, la plaza
trae patrullas de éxtasis antiguos a mi casa.

Cuando el aire de niño, con pasitos cansados,
rueda con el oboe que muere en los tejados,

y puebla de éxtasis crepuscular
el jardín, lleno de congojas,
que tiene deseos de hablar
palabras dichas entre hojas...

mientras retuercen en la bruma
locos y alegres movimientos
los blancos pliegues de la espuma
del alma, al roce de los vientos...

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LA FLOR DEL FRUTO

En el silencio de las flores se halla
un sacro amor que al porvenir inmuta:
el ser es fin para la propia ruta,
si hay una gracia que perfuma y calla.

La sangre dulce que en la lengua estalla,
al oprimir la carne de una fruta
es la palabra viva y absoluta
en que cada árbol su virtud ensaya.

El hombre es árbol místico y apenas
comprende espacio y tiempo si se vierte
en flor de su alma y fruto de sus venas;

porque en su doble esencia inconfundida,
sacan miel las abejas de la muerte
y perfume las rosas de la vida.

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EN EL SENDERO

Cuando el rebaño va en la senda,
mueve una música trivial
de piedrecitas, en la tienda
que le hacen los ramajes, y, al

son de esa música, se empina
el alma en los claros floridos
de la esperanza, y la divina
fiesta de mis cinco sentidos

se junta a ti, bajo las ansias
del viento; voluble cáliz
danzando sobre las fragancias
tristes de la carne feliz.

Vuelve hacia mi tu rostro, para
que pueda ver desalterado
mi perro (cual si meditara
con las orejas) a mi lado.

¡Y dame pláticas sabrosas
mientras que de pensar no dejes
que sea nueva el alma de las cosas,
mientras las cosas ya están viejas!

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VERANO

Una llama de viento
extiende su lamento;
en un valle de! alma,
mece una palma

un sutil oleaje
a una altura salvaje;
bajo la hierba mansa,
triste descansa

el cansancio terreno,
y, ebria, bajo el veneno
del Sol, se precipita
esta maldita

raza de mis pasiones
y de mis sensaciones;
que va a salto de cabras,
y sus palabras

cruzan el valle, llegan
a las grutas y juegan
en las selvas sagradas
de tus miradas

y dicen: —"Los acentos
que hay dentro de los vientos
son otros que sus ruidos,
los gemidos"

de la luz precipita
al fuego que gravita;
por los poros del Alma
suda la calma...

Y yo observo detrás
de sus palabras, las
cifras en líneas que
jamás sumé.

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LA GRAN PLEGARIA

El tiempo es hambre y el espacio es frío.
Orad, orad, que sólo la plegaria
puede saciar las ansias del vacío.

El sueño es una roca solitaria
en donde el águila del alma anida:
soñad, soñad, entre la vida diaria.

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LAS AVES

Cuando aún rodaban ríos de escoriáceas riberas
sobre la piel salvaje de la tierra, y cuando al
beso del sol, mostraba en sus anchas caderas
llagas de agua, fuego de piedra y de metal,

como vírgenes úlceras de asquerosidad pura,
las aves —nobles ejércitos del águila bizarra—
cortaron con alegre vuelo la azur llanura,
y el jefe en una roca del cielo hincó la garra.

Y abrió la alondra el lirio de trinos de su pico
para cantar los dulces paisajes perfumados
del sol, que se gozaba inconsciente, en el rico
azur rompiendo un vaso de perfumes dorados.

Y el cisne alzó las alas, como una hostia partida
para santificar el secreto de calma
y volar, en un momento audaz en que la vida
convidaba a encerrarse a vivir en el alma;

escuchando los números de la mar o del viento,
o los jóvenes ruidos terrenales, o los
versículos del manuscrito amarillento
que vi un día en el seno poderoso de Dios.

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EL BARCO PENSATIVO

En la sonante playa, con ímpetu afanoso
y movimiento vivo,
tiende sus velas tristes al viento poderoso
el barco pensativo.

Es el hombre. Sus sueños, como marinos graves
van en callada tropa;
mujeres siempre bellas y trémulas como aves
se sientan en la popa.

La incógnita esperanza, petrel de largo vuelo,
en los mástiles ronda
y un coro de recuerdos, coronados de cielo,
se alejan sobre la onda.

Vienen del puente voces, se ordena y se trabaja
bajo las ciudadelas
estáticas de éter; mientras el viento ultraja
el telón de las velas.

El sol imprime exámetros de plata en las espumas,
en el azul se lanza
una ciudad de luces y de brumas;
el horizonte danza.

Y el Capitán, en tanto que la visión celeste
de la hora se disipa,
se acerca a una alta verga y ve alejarse al Este
el humo de su pipa.

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