4 Poemas de Justo Sierra Méndez 

PLAYERAS

Baje a la playa la dulce niña,
perlas hermosas le buscaré;
deje que el agua durmiendo ciña
con sus cristales su blanco pie.

Venga la niña risueña y pura,
el mar su encanto reflejará,
y mientras llega la noche oscura,
cosas de amores le contará.

Cuando en Levante despunte el día
verá las nubes de blanco tul,
como los cisnes de la bahía,
rizar serenas el cielo azul.

Enlazaremos a las palmeras
la suave hamaca y en su vaivén
las horas tristes irán ligeras,
y sueños de oro vendrán también.

Y si la luna sobre las olas
tiende de planta bello cendal,
oirá la niña mis barcarolas
al son del remo que hiende el mar.

Mientras la noche prende en sus velos
broches de perlas y de rubí,
y exhalaciones cruzan los cielos,
¡lágrimas de oro sobre el zafir!

El mar velado con tenue bruma
te dará su hálito arrullador,
que bien merece besos de espuma
la concha-nácar, nido de amor.

Ya la marea, niña, comienza;
ven que ya sopla tibio terral,
ven y careyes tendrá tu trenza,
y tu albo cuello rojo coral.

La dulce niña bajó temblando,
bañó en el agua su blanco pie;
después cuando ella se fue llorando,
dentro las olas perlas hallé.

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TRES CRUCES

I - Leónidas
Murieron, su deber quedó cumplido;
Mas del paso del bárbaro monarca
Guardaron las Termópilas la marca
Clavando en una cruz al gran vencido.
Cadáver que bien pronto ha repartido
A jirones el viento en la comarca
Y en cuyo pecho roto por la Parca
El águila del Etna hace su nido.
La sangre de Leónidas que gotea
En la urna de bronce de la historia,
A todo pueblo en lucha por su idea
Ungirá con el crisma de la gloria,
Como a Esparta en el día de Platea
Al compás del peal de la victoria.

II - Espartaco
De los buitres festín los gladiadores
Y harto de sangre el legionario, al frente
De las enseñas tórnase impaciente
A Roma, Craso, en pos de sus lictores.
De la matanza envuelto en los vapores
Yace Espartaco de la cruz pendiente;
Y es su can de combate solamente
Testigo de sus últimos dolores.
Sobre aquella pasión callada y tierna
Lenta cae la noche hora tras hora;
Cuando la sombra por el mar se interna
Y el lampo matinallas cimas dora,
La cruz se yergue oscura, pero eterna
En el vago apoteosis de la aurora.

III - Jesús
En la cruz del helénico guerrero
La Patria , santo amor, nos ilumina;
La libertad albea matutina
Del tracio esclavo en el suplicio fiero.
Uno hay mayor del Gólgota el madero;
Porque en el ser de paz que allí se inclina
El alma en sus anhelos se adivina
Que está crucificado en el hombre entero.
De esas tres hostias de una gran creencia,
Sólo Jesús resucitó y alcanza
Culto en la cruz, señal de su existencia.
Es que nos ha dejado su enseñanza,
Un mundo de dolor en la conciencia
Y en el cielo una sombra de esperanza.

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FUNERAL BUCÓLICO

I
Su esfera de cristal la luna apaga
En la pálida niebla de la aurora
Y la brisa del mar fresca y sonora
Entre los pinos de la costa vaga.
Aquí murió de amor en hora aciaga
Mirtilo, y Bala su rebaño; llora
La primavera y le tributa Flora
Rústico incienso cuyo olor embriaga.
Allí la pira está; doliente y grave
Danza emprenden en torno los pastores
Coronados de cipo y de verbena;
La selva plañe con murmullo suave
Y yace, de Mirtilo entre las flores,
Oliendo a mil aún la dulce avena.

II
Mas llegan los pastores en bandadas
Al reír la mañana en el Oriente;
Mezclan su voz al cántico doliente
Y se abren las violas perfumadas.
Ya se tornan guirnaldas animadas
Las danzas ; ya las mueve ritmo ardiente
Al que hacen coro en la vecina fuente
Faunos lascivos y risueños driadas.
Vibra Febo su dardo de diamante;
El baile raudo gira, el seno opreso
De las pastoras rompe en delirante
Grito de amor que llena el aire en ceso.
Mirtilo, el boquirrubio, en ese instante
Vuelto habría a la vida con un beso.

III
Unese a los sollozos convulsivos
De los abiertos labios, el sonoro
Choque, ya recogen el caliente lloro
Las rojas bocas en los ojos vivos.
¡Homenaje a Mirtilo! ¿Cómo esquivos
podrían ser sus manes a ese coro?
Al soplo del amor y en barca de oro
Su alma huía los cármenes nativos.
Las tazas nuevas en que hierve pura
La leche vierten del redondo seno
A torrentes su nítida blancura.
Sobre el fúnebre altar de aromas lleno
El fuego borda al fin la pira oscura
Y asciende el sol en el zafir sereno.

IV
Crece la hoguera, muerde con enojo
Las ramas cuya esencia bebe el viento
Y el baile muere al exhalar su aliento
La última llama en el postrer abrojo.
En un vaso de arcilla negro y rojo,
Recogen las cenizas al momento
Los pastores y en tosco monumento
Guardan píos el mísero despojo.
Duerme Mirtilo; floresta Umbría
Que en tu sepulcro abandonado vierte
Su inefable y serena poesía,
No olvidará tu dolorosa suerte:
Ni de tu amor la efímera elegía,
Ni tus bodas eternas con la muerte.

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"IL PENSIEROSO" DE MIGUEL ÁNGEL

En este mármol-hombre todo piensa,
es todo él un pensamiento triste
del bloque níveo que al cincel resiste
llamado al ser con voluntad inmensa.

Este, frente al misterio que lo aprensa
resume su alma y su callar persiste...
Monólogo de piedra que reviste
de luz perenne su blancura densa.

El creador del eterno pensativo
apagó en esta abscóndita pupila
el anhelo que en su alma estaba vivo,

lo alzó esfinge ante vulgos y ante sabios...
Y la flor del silencio abre tranquila
la exánime corola entre sus labios.


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