Félix María Samaniego 

EL LABRADOR Y LA CIGÜEÑA

Un Labrador miraba
Con duelo su sembrado,
Porque gansos y grullas
De su trigo solían hacer pasto.
Armó sin más tardanza
Diestramente sus lazos,
Y cayeron en ellos
La Cigüeña, las grullas y los gansos.
«Señor rústico, dijo
La Cigüeña temblando,
Quíteme las prisiones,
Pues no merezco pena de culpados;
La diosa Ceres sabe
Que, lejos de hacer daño,
Limpio de sabandijas,
De culebras y víboras los campos.»
«Nada me satisface,
Respondió el hombre airado:
Te hallé con delincuentes,
Con ellos morirás entre mis manos.»

Moraleja:
La inocente Cigüeña
Tuvo el fin desgraciado,
Que pueden prometerse
Los buenos que se juntan con los malos.

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EL GORRIÓN Y LA LIEBRE

Un maldito Gorrión así decía
A una Liebre que una Águila oprimía:
«No eres tú tan ligera,
Que si el perro te sigue en la carrera,
Lo acarician y alaban como al cabo
Acerque sus narices a tu rabo?
Pues empieza a correr, ¿qué te detiene?»
De este modo la insulta, cuando viene
El diestro Gavilán y la arrebata.
El preso chilla, el prendedor lo mata;
Y la Liebre exclamó: «Bien merecido.
¿Quién te mandó insultar al afligido,
Y a más, a más meterte a consejero,
No sabiendo mirar por ti primero?»

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EL ZAGAL Y LAS OVEJAS

Apacentando un joven su ganado,
Gritó desde la cima de un collado:
«¡Favor! que viene el lobo, labradores.»
Éstos, abandonando sus labores,
Acuden prontamente,
Y hallan que es una chanza solamente.
Vuelve a clamar, y temen la desgracia;
Segunda vez los burla. ¡Linda gracia!
Pero ¿qué sucedió la vez tercera?
Que vino en realidad la hambrienta fiera.
Entonces el Zagal se desgañita,
Y por más que patea, llora y grita,
No se mueve la gente escarmentada,
Y el lobo le devora la manada.

Moraleja:
¡Cuántas veces resulta de un engaño,
Contra el engañador el mayor daño!

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LA LECHERA

Llevaba en la cabeza
Una Lechera el cántaro al mercado
Con aquella presteza,
Aquel aire sencillo, aquel agrado,
Que va diciendo a todo el que lo advierte
«¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!»
Porque no apetecía
Más compañía que su pensamiento,
Que alegre la ofrecía
Inocentes ideas de contento,
Marchaba sola la feliz Lechera,
Y decía entre sí de esta manera:
«Esta leche vendida,
En limpio me dará tanto dinero,
Y con esta partida
Un canasto de huevos comprar quiero,
Para sacar cien pollos, que al estío
Me rodeen cantando el pío, pío.
Del importe logrado
De tanto pollo mercaré un cochino;
Con bellota, salvado,
Berza, castaña engordará sin tino,
Tanto, que puede ser que yo consiga
Ver cómo se le arrastra la barriga.
Llevarélo al mercado,
Sacaré de él sin duda buen dinero;
Compraré de contado
Una robusta vaca y un ternero,
Que salte y corra toda la campaña,
Hasta el monte cercano a la cabaña.»

Con este pensamiento
Enajenada, brinca de manera,
Que a su salto violento
El cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
Huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
¡Oh loca fantasía!
¡Qué palacios fabricas en el viento!

Modera tu alegría
No sea que saltando de contento,
Al contemplar dichosa tu mudanza,
Quiebre su cantando la esperanza.
No seas ambiciosa
De mejor o más próspera fortuna,
Que vivirás ansiosa
Sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro;
Mira que ni el presente está seguro.

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LAS MOSCAS

A un panal de rica miel dos mil moscas acudieron,
que por golosas murieron, presas de patas en él.
Otra dentro de un pastel enterró su golosina.
Así, si bien se examina, los humanos corazones
perecen en las prisiones del vicio que los domina.

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EL LEÓN VENCIDO POR EL HOMBRE

Cierto artífice pintó
Una lucha, en que valiente
Un Hombre tan solamente
A un horrible León venció.
Otro león, que el cuadro vio,
Sin preguntar por su autor,
En tono despreciador
Dijo: «Bien se deja ver
Que es pintar como querer,
Y no fue león el pintor.»

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EL ASNO Y EL COCHINO

A los caballeros alumnos del
Real Seminario Patriótico Vascongado


Oh jóvenes amables,
Que en vuestros tiernos años
Al templo de Minerva
Dirigís vuestros pasos,
Seguid, seguid la senda
En que marcháis, guiados,
A la luz de las ciencias,
Por profesores sabios.
Aunque el camino sea,
Ya difícil, ya largo,
Lo allana y facilita
El tiempo y el trabajo.
Rompiendo el duro suelo,
Con la esteva agobiado,
El labrador sus bueyes
Guía con paso tardo;
Mas al fin llega a verse,
En medio del verano,
De doradas espigas,
Como Ceres, rodeado.
A mayores tareas,
A más graves cuidados
Es mayor y más dulce
El premio y el descanso.
Tras penosas fatigas,
La labradora mano
¡Con qué gusto recoge
Los racimos de Baco!
Ea, jóvenes, ea,
Seguid, seguid marchando
Al templo de Minerva,
A recibir el lauro.
Mas yo sé, caballeros,
Que un joven entre tantos
Responderá a mis voces:
No puedo, que me canso.
Descansa enhorabuena;
¿Digo yo lo contrario?
Tan lejos estoy de eso,
Que en estos versos trato
De daros un asunto
Que instruya deleitando,
Los perros y los lobos,
Los ratones y gatos,
Las zorras y las monas,
Los ciervos y caballos
Os han de hablar en verso,
Pero con juicio tanto,
Que sus máximas sean
Los consejos más sanos.
Deleitaos en ello,
Y con este descanso,
A las serias tareas
Volved más alentados.
Ea, jóvenes, ea.
Seguid, seguid marchando
Al templo de Minerva,
A recibir el lauro.
Pero ¡qué! ¿os detiene
El ocio y el regalo?
Pues escuchad a Esopo,
Mis jóvenes amados:
Envidiando la suerte del Cochinos,
Un Asno maldecía su destino.
«Yo, decía, trabajo y como paja;
Él come harina, berza, y no trabaja:
A mí me dan de palos cada día;
A él le rascan y halagan a porfia.»
Así se lamentaba de su suerte;
Pero luego que advierte
Que a la pocilga alguna gente avanza
En guisa de matanza,
Armada de cuchillo y de caldera,
Y que con maña fiera
Dan al gordo Cochino fin sangriento,
Dijo entre sí el jumento:
«Si en esto para el ocio y los regalos,
Al trabajo me atengo y a los palos.»

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APARTA LA AMISTAD DE LA PERSONA...

Aparta la amistad de la persona que si te ve en riesgo te abandona.

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LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO

Érase una Gallina que ponía
un huevo de oro al dueño cada día.

Aun con tanta mala ganancia contento,
quiso el rico avariento
descubrir de una vez la mina de oro,
y hallar en menos tiempo más tesoro.

Mató, abrió el vientre de contado;
pero, después de haberla registrado,
¿Qué sucedió? que muerta la Gallina,
perdió su huevo de oro y no halló la mina.

¡Cuántos hay que teniendo lo bastante
enriquecerse quieren al instante,
abrazando proyectos
a veces de tan rápidos efectos
que sólo en pocos meses,
cuando se contemplaban ya marqueses,
contando sus millones,
se vieron en la calle sin calzones.

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JÚPITER Y LA TORTUGA

A las bodas de Júpiter estaban
Todos los animales convidados:
Unos y otros llegaban
A la fiesta nupcial apresurados.
No faltaba a tan grande concurrencia
Ni aun la reptil y más lejana oruga,
Cuando llega muy tarde y con paciencia,
A paso perezoso, la Tortuga.
Su tardanza reprende el dios airado,
Y ella le respondió sencillamente:
«Si es mi casita mi retiro amado,
¿Cómo podré dejarla prontamente?»
Por tal disculpa Júpiter tonante,
Olvidando el indulto de las fiestas,
La ley del caracol le echó al instante,
Que es andar con la casa siempre a cuestas.

Moraleja:
Gentes machuchas hay que hacen alarde
De que aman su retiro con exceso;
Pero a su obligación acuden tarde:
Viven como el ratón dentro del queso.

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Desde el 11 hasta el 20 de un total de 31 obras de Félix María Samaniego

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